Don't Leavy Me

CAPÍTULO 4

Si pudiera encapsular toda mi vida en una sola palabra sin duda alguna escogería la palabra soledad ¿Porqué? Porque todo mi espíritu, mi corazón y mi cuerpo se habían sentido en completo abandono desde que dejé de sentir el calor de su mano sosteniendo la mía.

La luz del ocaso entraba sutilmente a través de la ventana mientras mis furtivos ojos miraban de reojo su hermoso perfil, mordí la parte de arriba de mi esfero y volví mis ojos a las pocas palabras que había escrito, mi falta de concentración me estaba costando un par de horas de trabajo.

-Voy a hacer café.

Lo escucho decir pero antes de responder siento como su cuerpo abandona la estancia, suelto un largo y hondo suspiro, estiro mi cuerpo sobre la mesa y dejo a mis ojos divagar por toda la habitación.

¿Qué es ésta extraña atmósfera?

Si solo pudiera ver los hilos invisibles de tensión que flotaban en el aire los cortaría uno por uno hasta que mi conciencia se sintiera en calma.

-¿Porqué aceptó?

La pregunta me toma por sorpresa provocando que me siente recto en la silla y mis ojos se claven en los suyos.

"No lo sé"

-Bueno, si no aceptaba no podría deshacerme de Taehyung - Solté y por una milésima de segundo pude ver cómo sus ojos se opacaron en lo que parecía ser ¿Decepción?

-Entiendo, pero aún así has aceptado ser mi maestro...

Una pequeña sonrisa adornó sus labios seguida de un pequeño sonrojo y un movimiento de cabeza por mi parte dándole a entender que continuara hablando.

-... ¿Puedes darme tu punto de vista?

Estiró una Tablet en mi dirección, la sostuve entre mis manos sintiendo como mi ceño se fruncía.

-Esta bien.

Fue lo único que pude decir mientras mis ojos se centraban en los caracteres perfectamente escritos por una máquina, en fin, aquí lo realmente importante es el contenido, la narrativa, sus pensamientos impregnados en la historia que quiere ser contada.

... 💜...

¿Alguna vez has sentido que puedes volar sin desaparecer de éste mundo terrenal?

Su cuerpo, sus manos, sus ojos, su nariz, sus perfectos labios rojos, su pequeño sonrojo cuando me mira, su timidez, sus expresiones al hablar, al comer, todo, todo él me invitaba a volar a su lado.

Solo teníamos 16 años cuando la noche había caído a nuestras espaldas y el murmullo de la gente invadía nuestros oídos.

Palabras exageradas y fatídicas eran escuchadas una tras otra mientras nuestras piernas no tenían descanso alguno en una pequeña carrera por salvar nuestros cuerpos.