7. Una semana agitada

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EL LUNES


Este día, Frederica, Mel y Boris se dedicaron a entrenar para poder enfrentarse al monstruoso Vorgomoth y derrotarlo, sin necesidad de utilizar el siniestro puñal negro de la bruja. Lo importante es que, al final de la historia, el monstruo terminase muerto y el trío vivo. Así pues, se dedicaron a utilizar el negocio de Bruja a Domicilio para encontrar personas que necesitasen ayuda para ganar experiencia y, si había suerte, información sobre cómo derrotar a Vorgomoth. 

Por la mañana, el trío se dedicó a repartir incansablemente las tarjetas del negocio, como granjero que siembra los campos, y por la tarde se dedicaron a recolectar los frutos de su esfuerzo. El primero caso vino de un señor llamado Juan Pedro Manuel que tenía un pequeño problema: en el campo que tenía y en donde cultivaba patatas, berenjenas y tomates, entre otras cosas, había aparecido un monstruo zanahoria o, como era conocido por esos lares, una zanahonstruoria.

La abominación de dos metros de altura tenía una piel naranja y la forma de una zanahoria. Sus ojos brillaban como ascuas ardientes y su boca se abría en un chillido agudo mientras devoraba ratones, pájaros y otras criaturas indefensas que se retorcían y gritaban en su boca. Lo peor es que si crecía demasiado, no tendría reparo ninguno en comenzar a devorar a los humanos más indefensos que encontrase en su camino. Tal y como se puede entender, Juan Pedro Manuel no había podido trabajar en su campo por la presencia de la zanahonstruoria.

—¡Bola de fuego! —gritó Mel, levantando el brazo quemado del cual salió una bola de fuego que engulló a la zanahoria monstruo. La desdichada gritó de dolor y se retorcía, mientras era consumida por las llamas hasta convertirse en cenizas. 

Frederica, que se encontraba al lado de la maga pelirroja, le dio unos aplausos de admiración y le preguntó:

—¿Cómo no te quemas cuando lanzas un hechizo?

—Porque antes de la bola de fuego, creo un escudo mágico que me protege. No soy tan idiota como para no protegerme, no quiero acabar más quemada de lo que estoy —contestó Mel.

—Vaya, eres bastante más competente de lo que pensé en un principio —le dijo Frederica, con una sonrisa encantadora en el rostro. La mirada de Mel se perdió en los ojos azules de ella e hizo que una sensación cálida se extendiera desde su estómago hasta el pecho. Se sintió confusa por aquel arrebato y en seguida volvió la atención al cadáver de la zanahoria gigante, solo se había sentido así porque la había halagado, nada más. Aunque si lo pensabas bien, en ese halago había escondido una pequeña puya. 

Cenaron en la mesa de una pizzería en una recóndita plaza llena por el sonido de una fuente cercada, en donde la estatua de ángel vertía agua continuamente. Frederica se fijó que en las otras mesas había parejas que, al contrario que Mel y ella, eran del tipo amoroso. Miradas de deseo, sonrisas coquetas y caricias bajo la mesa. Observó a la pelirroja y pensó si era posible sentir algo así por ella. A pesar de lo que había pensado de ella en un principio,  Mel la estaba ayudando y le había demostrado que era una maga competente. Además, no podía negar que en su aspecto desgarbado había cierto encanto.


EL MARTES


La mañana siguiente se presentó como una interminable y monótona sesión en la biblioteca, en busca de información sobre Vorgomoth. Una búsqueda que parecía no tener fin, donde los tomos de libros se amontonaban ante ellos, una torre infinita de palabras sin sentido. Las páginas se deslizaban como un río de letras que no conducían a ninguna parte, mientras bostezos incontenibles escapaban de sus bocas y el olor a polvo invadía el ambiente. Los ojos se cerraban lentamente, como si fueran víctimas de un hechizo soporífero, mientras el tiempo se arrastraba sin piedad. Cada segundo se sentía como una eternidad, una tortura de la que no podían escapar.

Bruja a Domicilio (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora