18. La violencia no es la solución, a menos que...

11 4 0
                                    

Frederica y Mel salieron de la iglesia, la bruja con el ánimo decaído y la maga no se encontraba demasiado decaída por el fracaso de la misión. Puso las manos detrás de la cabeza y lanzó un gran suspiro. 

—¡Qué fastidio! No me esperaba que se negase, ¿y ahora qué hacemos? No entiendo por qué tiene que ser Abdón, debería de dejarse de poner trabas e intentar con cualquiera. ¿Qué te parece? ¿Nos buscamos un substituto? —preguntó Mel. 

Frederica negó con la cabeza.

—No, tenemos que conseguir a Abdón. Iremos a ver a Verimeth para decirle donde se encuentra, así que puede venir ella misma e intentar seducirlo con sus encantos. Siendo como es, no debería de ser difícil —dijo y recordó el vestido rosado que llevaba puesto cuando vino a verla. 

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Mel. 

—¿Qué está sucediendo ahí abajo? —preguntó Frederica, a la cual no le apetecía nada explicarse. 

Con un movimiento de cabeza, señaló a tres hombres que se encontraba en el nacimiento de las escaleras que daban a la puerta de la iglesia blanca. Ellos llamaron su atención porque iban armados: uno tenía un cuchillo en la mano y otro aguantaba un bate. Nada más verlos, Mel puso mala cara porque su apariencia era semejante a la del sujeto que había entrado en su piso; cabezas rapadas, tirantes, pantalones vaqueros y botas militares. 

—Estoy segura de que son los que están ayudando a Vaxalor: visten igual que el energúmeno que me atacó en mi casa. 

Frederica chasqueó la lengua y se quitó el sombrero de ala ancha para pasarse la mano por el cabello rubio. Hacía calor y eso la ponía de malhumor: odiaba aquella sensación pegajosa y asfixiante, el preludio de una tormenta horrible y, lo que era peor, la resurrección de Vaxalor.

—Seguramente vengan a encargarse de Abdon. No lo podemos permitir, si lo dejan fuera de combate, la ciudad está condenada. Debemos encargarnos de esos energúmenos, ¿estás conmigo? —preguntó Frederica, al tiempo que pasaba la mano por la empuñadura de su pistola mágica. A pesar de que el enemigo estaba compuesto de tres personas, la bruja no dudaba ni por un instante que ellas saldrían victoriosas. 

—Sí, claro. Pero no te crees que le van a poder hacer daño a Abdón. Él es... demasiado fuerte —comentó Mel y Frederica ya no la escuchaba, sino que bajaba las escaleras hasta ponerse a escasos metros de aquel trío cargado de malas intenciones. 

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Frederica. 

Los tres la miraron con desprecio y, uno de ellos, dijo con chulería: 

—Te seguimos hasta aquí, idiota. ¿Abdón está dentro, no? Mira, si no quieres que te destroce esa cara tan bonita que tienes, ¿por qué no te vas a tu casa?

Un ambiente tenso cayó en el ambiente. Frederica no contestó, ya que para ella era imposible dejar desprotegido a Abdón; eso significaría la destrucción de la ciudad y la imposibilidad de ganarse sus cinco millones de soles. En la mano de su contrincante resplandecía un cuchillo largo y de brillo peligroso, pero no tuvo miedo porque sabía tenía la confianza de que sería capaz de desenfundar y disparar antes de que el enemigo tuviera tiempo de reaccionar. 

—¡¿Se puede saber qué está pasando aquí?! —rugió una poderosa voz que surgió de la puerta de la iglesia, provocando que una bandada de blancas palomas asustadas partieran al vuelo desde el campanario. Se trataba de Abdón, el cual todavía llevaba en el rostro la marca del cabreo. 

—Ellos quieren hacerte daño. Son ayudantes de Vaxalor, ya sabes. Para que no te acuestes con Veri y él pueda resucitar tranquilamente —explicó Mel. 

Bruja a Domicilio (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora