12. El regreso de Vaxalor

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Frederica no se sorprendió al escuchar la noticia, aunque sí que la desanimó. Recordar al demonio Vaxalor le resultaba desagradable porque estuvo a punto de destruir la ciudad y, por si fuera poco, le traía a la memoria a Mel. Lo que más deseaba en aquellos momentos era olvidarse de su antigua novia y marcharse a la ciudad, deseos que se encontraban ligados. 

—¿Y cómo es posible? Vi como explotaba, tú lo mataste —dijo Frederica. 

Una sonrisa frágil surgió en el rostro de Veri.

—Sí, lo hice, pero ya sabes. Es que los monstruos como ellos son como difíciles de matarlos. Su alma quedó vagando por Cassiria bastante cabreado con la ciudad, ¡y conmigo! Con lo adorable que soy —murmuró, negando con la cabeza.

—Normal, tú lo traicionaste, ¿no? —dijo Frederica, lanzando el humo del cigarro al techo.

Un gesto de cabreo se dibujó en el rostro del ángel. 

—Ya, pero él se lo busco y eso. A ver, vamos a lo importante: hay mala gente que quiere que reviva y como que están haciendo un ritual para resucitarlo o algo por el estilo. No me quedó muy claro cuando me lo explicaron porque estaba un poco de resaca, ¡pero las fuentes son de absoluta confianza! Según me contaron, mañana por la noche es cuando volverá para destruir la ciudad. 

—Perfecto, ¿por qué no me dices dónde están esos mal nacidos que quieren resucitarlo? Yo me encargo del problema con esto 

Frederica posó sobre la mesa una pistola; un monstruo grande, pesado y potente. Aquella arma tenía la peculiaridad de no utilizar balas, sino que era capaz de transformar el alma del pistolero en proyectiles. Al escuchar tales palabras, una expresión de desagrado cruzó el hermoso rostro de la ángel. 

—¡No, no, eso no! Es decir, no sé dónde están y tampoco es que quiera matar humanos. Solo a Vaxalor, ¿vale?

—¿Y cómo voy a matarlo yo, preciosa? —le preguntó Frederica —. Si tú no fuiste capaz, ¿crees que yo lo seré?

Veri formó en su rostro una sonrisa coqueta. 

—¡Ahora te lo explico, guapa! ¡Es muy pero que muy sencillo! —dijo, posando una mano sobre su corazón —. Yo me encargaré de derrotarlo, pero para poder hacerlo de manera superdefinitiva voy a necesitar un poder mucho más grande del de la última vez. Y ya sabes de qué tipo de energía me gusta alimentarme, ¿no? 

—El amor —contestó y Veri lanzó unas risitas infantiles —. ¿Y cómo tienes problemas para conseguirlo? Tienes tu culto, ¿no es suficiente el amor de toda esa gente?

De inmediato, la sonrisa desapareció del rostro de Veri y levantó una mano, para negar con el dedo anular.

—¡No, no y no! ¡No le llames culto! ¿Vale? Y mira, el amor que me dan está bien, ¿pero como te lo diría? Necesito llenar un vaso y lo que mis seguidores me dan es como gotas de un grifo. Sí que es cierto que al final acabará lleno, ¡pero tardaría demasiado tiempo! Necesito un buen chorro de amor para derrotar a Vaxalor de una vez por todas, necesito destruir su alma y no solo su cuerpo, ¿entiendes?

—Lo que no entiendo es que tiene que ver todo esto conmigo —preguntó Frederica.

—A ver, hablando sobre el chorro que necesito. Vamos, lo diré sin darle demasiadas vueltas: es amor, que me hagan el amor más específicamente. Y tengo que llegar al orgasmo, así tendré mucha energía y podré eliminar de una vez por todas a Vaxalor.

Frederica se vio cautivada por el aura de Veri, y cada detalle de su belleza corpórea y voluptuosa la dejó sin palabras. La sensualidad del momento era abrumadora, y aquel deseo que yacía oculto bajo la monotonía de la rutina emergió con una intensidad arrolladora. Se imaginó a sí misma provocando en la ángel un éxtasis incontrolable, haciéndole llegar al clímax del placer.

El anhelo ardiente se apoderó de sus pensamientos, pero Frederica luchó por mantener la compostura. Tomó un sorbo de su copa, sintiendo cómo la calidez del líquido se mezclaba con el calor que ascendía por su cuerpo. Aquel momento de atracción era como un fuego incontenible que amenazaba con consumirla por completo. Frederica sabía que debía ser cautelosa, por muy abrumadora que fuera la tentación. 

—Todavía no me dijiste que quieres de mí.

Veri le pasó una fotografía y Frederica la observó: se trataba de un hombre de apariencia fuerte, cara cuadrada, ojos oscuros y una cicatriz de araña cubriéndole parte de la cara.

—¿Quién es este?

—¡La persona que me hará llegar al orgasmo! Se llama Abdón y es como un gran héroe de los Hijos del Sol, ¿sabes quiénes son estos? Eran como un gremio de aventureros, pero como que ya no existen. A ver, este hombre es fuerte, es misterioso, es varonil, es salvaje... ¡Justo mi tipo! Por lo menos para una noche de pasión, vamos. ¿Y no crees que necesito un poco de diversión después de todo lo que he hecho? 

—Mi trabajo es encontrarlo, ¿no? —preguntó Frederica. 

—Sí, lo único que descubrí es que estaba en esta ciudad. Mis seguidores lo están buscando y pensé que tú me podrías ayudar. Ya sabes, la última vez fuiste superútil. 

—Todavía falta un pequeño detalle: no trabajo gratis, ¿vale?

Los seis ojos de Verimeth se pusieron en blanco. 

—¡Ya lo sé, ya lo sé! A ver, es muy pero que muy importante este trabajo, así que te voy a pagar superbien. Aunque tienes que conseguir encontrar a Abdón y convencerlo de que se acueste conmigo, ¿vale? No tiene sentido que te pague si luego resulta que Cassiria queda destruida. No, no y no. A ver, si todo sale bien te daré diez millones de soles, no está mal, ¿verdad? —preguntó la ángel. 

En el rostro de Verimeth surgió una sonrisa de prepotencia y, en condiciones normales, hubiera irritado enormemente a la bruja. En aquella ocasión no lo hizo, ya que con todo aquel dinero podría pagar la deuda contraída con Vittorio y marcharse definitivamente de la ciudad. 

—Está bien, lo haré —dijo Frederica. 

Bruja a Domicilio (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora