16. Noche calurosa

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El teléfono sonó con violencia en mitad de la noche, matando de inmediato los ronquidos de Frederica. Ella permaneció unos momentos media dormida, en medio de las caóticas sábanas y sufriendo de inmediato el calor que hacía en aquella habitación y eso que solo dormía en ropa interior. Su cuerpo entero resplandecía sudoroso y odió a la persona que llamó, fuera quien fuera. 

—Bruja a domicilio, ¿qué quiere?

—Soy Mel, he tenido un pequeño problema.

Frederica gruñó y miró el reloj, que al lado del teléfono descansaba en la mesilla de noche. 

—Son las cuatro de mañana, Mel. 

Primero, escuchó el característico bufido de la maga pelirroja, seguido de un rápido torrente de palabras. 

—¡Sabes que no te llamaría sino fuera absolutamente necesario! Ven a buscarme, estoy en la Calle de la Fogosidad, número 13. —Luego de unos segundos en donde las dos permanecieron en silencio, Melinda continúo hablando —. Te voy a ayudar. Un idiota intentó atacarme para evitar que Abdón conociera a Veri, así que ahora es personal. Además, necesito el dinero. ¿Así que me dejarás pasar esta noche en la torre? 

—Claro, voy en seguida. 


***


Después de unos diez minutos de conducción, Frederica detuvo el coche justo frente a la figura de Melinda. La calle se encontraba inusualmente agitada, ya que un edificio cercano estaba envuelto en llamas y los valientes bomberos y bomberas luchaban con determinación para controlar el fuego. En el rostro de Mel se adivinaba un gesto de malhumor, algo que no sorprendía a Frederica. Venía acompañada por una jaula en la que se encontraba su querido gato Chispas, y llevaba consigo una maleta donde había conseguido meter apresuradamente algunas prendas de ropa antes de salir disparada de su casa. La escena era caótica y frenética, pero Frederica pudo distinguir el alivio en los ojos de Mel cuando finalmente la alcanzó.  

—No he matado a nadie —dijo Mel, nada más abrir la puerta y entrar en el coche, Chispas maulló inquieto en la jaula. 

—Me alegro —dijo Frederica. 

Aceleró y el coche se perdió en las calles de la ciudad, donde la vida nocturna marcaban el ritmo de la fiesta que nunca terminaba. Pronto, se alejaron del caos y el estruendo del incendio y se adentraron en el jolgorio ininterrumpido de hombres y mujeres, completamente ajenos de la desgracia que había estallado a escasas calles de distancia. 

—Me atacó un seguidor de Vaxalor, tenía una espada y quería cortarme. Fui más rápida que él —dijo Frederica, abriendo y cerrando la mano que no tenía quemada.

—No hacía falta que quemases tu piso.

Mel arrugó la nariz. 

—No era lo que pretendía y no quiero discutir, ¿vale? No quiero discutir. 

—¿Todavía no puedes lanzar bolas de fuego con la mano quemada? —preguntó Frederica. 

La maga miró las luminosas calles de la ciudad, en donde la gente se divertía sin preocuparse por el futuro. Le encantaría encontrarse en ese mismo estado de ánimo. 

—No es que no pueda: no quiero. ¿Vale? No es un brazo fiable y es bastante posible que si lo intento, acabe completamente abrasada. 

Frederica no dijo nada, concentrada en sus propios pensamientos mientras luchaba contra una sensación de incomodidad que la invadía. El silencio fue roto de nuevo por Mel, la cual no podía permanecer más de un segundo callada. Sobre todo en aquella situación que pinchaba.

Bruja a Domicilio (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora