Pensé que sería al revés

1. ZORO & SANJI - p.1

Todo había empezado las últimas semanas. El tiempo pasaba lento pero los problemas parecían no haber hecho más que empezar. Después de la aparición de Kaido, todos se sorprendieron al oír la noticia del encarcelamiento de Luffy. 

¡¿Qué mierda había hecho ahora ese idiota?! 

¡¿No se supone que debían pasar desapercibidos?!

Todos sabían que ahora más que nunca debían esforzarse por no desvelar el plan y esperar el momento adecuado para luchar. Sin embargo, Zoro y Sanji habían compartido varios encuentros desde ese día y se habían esforzado por no discutir como de costumbre. No querían llamar la atención y ambos se mordían la lengua repetidas veces o se obligaban a no saltar ante los comentarios del otro cuando alguno se dejaba llevar.

Al contrario de lo que pensaban, aquello poco a poco fue funcionando y aunque, debían esforzarse por no rendirse ante sus ganas de entrar al trapo, también consiguieron encontrar un equilibrio en su relación llegando a convertirse en personas afines. Zoro se sentía cómodo con Sanji. 

El rubio era amable, respetuoso y muy comprensivo. Parecía estar encontrándose a él mismo tras un gran cambio en su vida. No hablaba mucho sobre lo sucedido durante su estancia en Whole Cake pero, había compartido lo suficiente como para entender que su nakama no consideraba a esas personas como su familia. Por lo visto, su apellido era conocido por sus hazañas tecnológicas pero, no había querido ahondar mucho en el tema ya que veía como se ensombrecía la mirada azulada del menor.

-Oí marimo ¿Me estás escuchando?

-¿Ah? ¿A quién llamas marimo, cejas de caracol? -La verdad es que se había perdido tanto en sus pensamientos que no había oído ni una palabra de su nakama.

El rubio suspiró cansado mientras se levantaba. -Creo que debo irme. Pareces cansado y yo tengo que preparar los ingredientes para mañana. Me espera un largo día de trabajo.

-Estaba pensando en Luffy. Espero que no tarde mucho en salir de ese lugar... Estoy aburrido de esperar. -Bufó el espadachín.

La risa del rubio resonó en su cabeza y por alguna razón, no supo qué decir. Normalmente habría comenzado una pelea pero llevaban tiempo esforzándose por evitar ese tipo de impulsos hasta que fuese el momento adecuado. No es que nunca hubiese escuchado a su nakama reír pero esta vez era diferente. Esa risa era tan sincera y tranquila que sintió aún más confianza en que todo saldría bien.

-Me pregunto cómo de desesperados tiene que tener a los guardias de aquel maldito lugar. -Bromeó el cocinero. -Está bien ver que te preocupas por otros, musgo parlante. Siempre sueles hacerlo cuando se trata de Luffy pero aquí... Pareces más empático. Más respetuoso con todos. Incluso conmigo.

-Sabes que no puedo cortarte en pedazos porque pondría en peligro el plan cejillas pero, no deberías tentar a la suerte. -Dijo esbozando una sonrisa sugerente.

-Yo podría patearte el trasero antes de que desenvaines esas espadas, espadachín de cuarta.

Zoro miró al contrario mientras su semblante se hacía aún más profundo. Aquella sonrisa no desaparecía de su cara. Era la primera vez que realmente no quería pelear con el rubio que tenía delante. Tal vez Sanji tuviera razón y desde su llegada a Wano algo había cambiado. Era cierto que el peliverde sentía que aquella isla tenía algo que le hacía sentirse conectado al lugar en el que se encontraba. ¿Cómo era posible que el rubio hubiera percibido algo como eso? Realmente era un tipo muy detallista y observador. Cada vez que descubría algo nuevo de su nakama se sentía fascinado.

-Conozco un buen bar por aquí cerca. Te invito a un trago. -Soltó el peliverde de pronto.

-Sanji pestañeo un par de veces antes de contestar. -¿Es que estás sordo idiota? He dicho que mañana tengo un día lleno de trabajo por delante.

-Solo será un trago. Además no creo que pase nada porque abras el negocio un poco más tarde de lo habitual. ¿Es que tú nunca te diviertes un poco, ero-cook?

-¡Serás bastardo! Claro que sé divertirme. Iré contigo y tomaré un trago solo porque pagas tú. Pero después me iré a casa.

-¡Esa es la actitud!

Y tras estas palabras el espadachín agarró al menor y rezó por no perderse de camino al bar.