14. ZORO & KID - p. 4

50 7 0
                                    


Maldita sea. Descubrir que Eusstas y aquel bastardo que tantos problemas le había causado eran aliados, había dolido como el infierno. Realmente había disfrutado de la compañía del pelirrojo cuando se conocieron. No era alguien que se sintiese cómodo con muchas personas y era la primera vez que se sentía así con alguien de forma tan inesperada...

Espera.

¿Así cómo?

Como cuando comenzó a agradarle estar con Sanji.

¡Joder! 

¿Por qué demonios tenía que pensar ahora en el estúpido cejas de caracol? Estaba seguro de que antes o después el cirujano aparecería sano y salvo y que el reencuentro de éste con su nakama podría ser determinante. Sin embargo, con Kid sintió por primera vez en mucho tiempo que aquello no era el fin del mundo. Sanji había conectado con Law. ¿Tan mal estaba que él hubiera conectado con Kid? ¿A quién pretendía engañar? Por lo visto el mayor era amigo del hombre que casi los mata y además, le estaba protegiendo. 

Así que ahí tenía su respuesta.

-¡Cálmate maldito orangután! ¿Es que no sabes dialogar?

-No me interesa. -Dijo antes de desaparecer de su lado para aparecer un segundo después junto al rubio.

Zoro agarró sus espadas y se lanzó veloz hacia su enemigo pero éste esquivó su movimiento con una facilidad realmente sorprendente. Aquel bastardo era más fuerte de lo que pensaba. La risa del otro le hizo girarse de golpe para volver a lanzarse con un nuevo ataque que levantó de nuevo una gran nube de polvo. Cuando toda la humareda desapareció lo suficiente para volver a ver con cierta claridad, el peliverde se sorprendió al encontrar un brazo metálico parando su ataque.

¿Desde cuando el pelirrojo tenía eso? La última vez que lo vió, recordaba con claridad haber observado que sólo tenía un brazo. ¿Acaso lo había tenido todo el tiempo desde que se habían reencontrado? Estaba tan cegado por la ira que no podía ver más allá del desgraciado que le acompañaba.

-Es Killer. Es mi nakama. No puedo dejar que le mates. -Gruñó mientras se esforzaba por no perder la fuerza en el agarre de las espadas del contrario.

Zoro se paró en seco al escuchar al mayor. ¿Killer? Se esforzó por hacer memoria. Aquel nombre no era nuevo para él. Dirigió su mirada hacia el rubio mientras sus ojos se clavaban con ferocidad. Ese pelo largo le era familiar. Acaso...

No puede ser.

Su cerebro dibujó con claridad la imagen del extraño hombre del casco. Por lo visto era un miembro de la tripulación de Kid y sin duda, uno muy querido por el capitán. Por unos instantes se concentró en los ojos ámbar del contrario para ver la tristeza implícita en ellos. ¿Qué demonios le había pasado al tipo del casco para haberse convertido en alguien que reía de forma desquiciada sin parar?

Un momento. ¡Maldición, no era posible!

-Le dieron una mierda artificial llamada SMILE. Es como...

-Sé lo que es la Smile. Y lo que sucede cuando no funciona. El hombre que murió en la plaza también sufrió sus efectos. -El espadachín volvió a endurecer su mirada mientras sus ojos buscaban al rubio. -Pero él no atacaba a otros. Por tu culpa tuve que esperar hasta estar recuperado y no pude llegar a tiempo de salvarle.

-Así que la muerte de ese viejo tan peculiar ha sido importante para tí... Lo siento Zoro. He visto que mucha gente le tenía aprecio. Debió ser un gran hombre. ¡Y hablarle así a Orochi! Realmente se merece mi respeto. -Dijo el de labios rojos. 

Después dió un paso hacia delante invadiendo el espacio personal del peliverde posando su mano hasta el hombro del menor para apretarlo con cierto aprecio. Sin embargo, de pronto el mugiwara sintió como los dedos del mayor se movían con rapidez hasta su mentón obligándolo a enfrentar su mirada.

-Pero, a pesar de eso, no puedo dejar que hagas daño a Killer. Él sólo hizo todo eso porque Kaido le amenazó con hacerme daño a mí. Si quieres vengarte de alguien, debo ocupar su lugar. Él sólo hacía lo que debía protegiendo a su capitán. -Finalizó clavando sus ojos en los del espadachín y dibujando una sonrisa en su cara.

Pensé que sería al revésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora