11. ZORO & SANJI - p. 4

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Sanji tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para cerrar su boca después de varios minutos en shock. ¡¡¿El marimo y esa bella mujer de cabellos verdes se conocían?!! Pero ¿Qué demonios pasaba en esa maldita isla? Zoro parecía distinto, como si encajase a la perfección en un lugar como ese. Sanji apretó sus dientes mientras cerraba los ojos al recordar el semblante de su nakama tras presenciar la muerte de Yasu. 

¡Maldición! Ese despreciable Kaido… 

Por lo visto, ese entrañable viejo fue un gran guerrero y amigo de Kinemon y el resto. Y por si fuera poco, había dado su vida a cambio de salvar el plan que parecía haberse ido al garete. Sintió cómo una lágrima resbalaba por su mejilla y caía al suelo dejando una marca oscura en la arena. Zoro debía sentir verdadero aprecio por aquel hombre si había reaccionado de una manera tan visceral. Podía escuchar los latidos del corazón del peliverde cuando se encontraba a su lado a punto de enfrentar al enemigo tras haber salvado a Toko, la hija de Yasu de ser ejecutada después de haber presenciado la muerte de su propio padre.

Por suerte, todos se encontraban ahí y habían logrado poner a salvo el cuerpo del fallecido y también a la pequeña pelirosa. Y ahora debían ser rápidos y no cometer más errores. No podían desperdiciar la oportunidad que les había regalado Yasu antes de irse para siempre. Sin embargo, su cerebro no paraba de reproducir la conversación que había tenido con su nakama antes de separarse de nuevo.

*Flashback*

-¿Cómo demonios un rudo marimo como tú puede conocer a una mujer tan hermosa como esa? -Preguntó Sanji exaltado al ver cómo su nakama protegía a la peliverde.

-Cállate idiota pervertido. 

El espadachín estaba serio. Realmente estaba enfadado por lo que acababa de pasar. Estaba claro que Zoro y Yasu tenían una estrecha relación por lo que la muerte del mayor afectó a sobremanera al de la cicatriz en el ojo. 

-Oí, yo… Siento que las cosas hayan resultado así. -Dijo el cocinero posando su mano sobre la espalda del contrario con intención de reconfortarlo.

Vio cómo el samurai apretó sus dientes. -Pienso recuperar mi espada y acabar con ese bastardo de Orochi.

-¡No puedes actuar de forma impulsiva y menos ahora que gracias a Yasuie el plan vuelve a estar a salvo. 

Antes de dejarle terminar, el peliverde se apresuró para seguir su camino pero la mano del rubio sujetó con fuerza su muñeca para impedirle continuar. 

-No haré nada que no deba hacer. -Sentenció Zoro.

Sanji suspiró al escuchar esas palabras. -Yo también quiero acabar con ese desgraciado. Por su culpa la gente de Wano muere de hambre a las afueras de la ciudad. Pero ten cuidado ¿vale? 

-¿Estás preocupado por mí, cejillas? 

Con apenas un puñado de palabras el cocinero había logrado calentar un poco el corazón del espadachín. A pesar de que la rabia y la tristeza que sentía ardían en su interior, Sanji era el único capaz de calmarlo. Posó su mano sobre la pálida mano de su nakama y buscó enfrentar esos ojos azules que tanto le reconfortaban. 

-¡Claro que no! Sólo estoy preocupado por si no eres capaz de orientarte correctamente. No te perdonaré si pones en peligro la vida de una dama.

-Déjate de tanta palabrería, cocinerucho. -Zoro dio un pasó hacia delante acortando las distancias con su nakama.

-Tsk… -Sanji desvió su mirada al suelo avergonzado. -Sólo cuídate y no hagas ninguna estupidez, marimo. 

Intentó alejarse tras sus palabras pero el mayor se lo impidió haciendo más fuerza en su agarre y acercando aún más sus cuerpos. Estaban tan cerca el uno del otro que podían sentir la respiración ajena chocar contra sus labios.  El rubio estaba tan nervioso que apenas era capaz de moverse. Por su parte, el peliverde observó a su compañero unos segundos más antes de dar finalmente un paso hacia atrás mientras soltaba la muñeca del menor.

-¿Qué sucede? Estás preocupado, puedo verlo. -Dijo finalmente.

El aludido volvió a retirar su mirada frustrado al verse descubierto. -Estoy preocupado por algo que me comentó Nami sobre la tripulación de los Heart.

-Entiendo. Trafalgar lleva unos días sin dar señales de vida. ¿Es eso? 

Al escuchar estas palabras, abrió los ojos de golpe sorprendido. Maldita sea, ¿Su nakama siempre tenía que ser tan directo?

-Siento que está pasando algo y que nos lo están ocultando.

-Entonces no es asunto nuestro. Al menos por ahora. -Respondió el mayor serio. 

Pensé que sería al revésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora