8. ZORO & KID - p. 2

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-¡¿Q-qué demonios haces, bastardo?! -El espadachín apartó al contrario de un manotazo.

Se sentía nervioso y acelerado por la cercanía ajena. Aquel bastardo no parecía bromear y él no era un hombre que se dejase amenazar con facilidad, así que comenzó a pensar en la mejor forma de actuar frente al descaro del pelirrojo. Y  demonios, todo eso solo había logrado excitarle.

-¿Quieres sake? ¿Y qué piensas darme a cambio? -Soltó jocoso Kid.

-Puedo ayudarte a deshacerte de eso. -Señaló el mugiwara mirando a las esposas que atrapaban la única mano del contrario.

-¿Ah? -El mayor le miró sin creer sus palabras mientras soltaba una carcajada. -Eres un verdadero fanfarrón Roronoa.

-Si no quieres está bien. -Soltó el otro indiferente. -Pensé que sería un buen pago por compartir el sake.

El de ojos ámbar volvió a acercarse a él peligrosamente. -¿De verdad puedes hacerlo?

-No si no recupero mi espada.

-¿Y ENTONCES POR QUÉ ME ILUSIONAS? -Gritó el mayor pataleando frustrado.

Tras unos segundos de duras miradas por parte del pelirrojo, el espadachín volvió a él mientras desenvainaba una de sus katanas y se movía con rapidez para aparecer a su espalda y mantener la punta de su espada en el cuello del contrario.

-No me gusta que me amenacen, capitán Eustass Kid. -Susurró Zoro en su oído tan cerca que Eusstas pudo sentir sus labios. -Pero siempre me ha gustado jugar con fuego así que descuida. La próxima vez que nos encontremos, no olvidaré quién eres.

Tras decir eso el peliverde se soltó al mayor y se alejó unos pasos con intención de retirarse mientras Kid daba un largo trago a su botella pero algo hizo frenar en seco los pasos del mugiawara. Un objeto arrojadizo. Movió sus ojos alrededor del césped para encontrarse con la botella de sake junto a sus píes. Al darse cuenta de que el pelirrojo le había lanzado la bebida sin rechistar le miró con sorpresa.

-La próxima vez que nos encontremos, os demostraré por qué será mi tripulación la que logre vencer a Kaido. Será un placer enfrentarme a ti y vencerte.

El aludido respondió con una sonora carcajada. -Estaré deseando ver eso.

Finalmente Kid dio media vuelta y se marchó dejando a un Zoro pensando en aquel curioso tipo y en si volvería a verlo pronto. Por primera vez en mucho tiempo, el pensamiento intrusivo sobre qué estarían haciendo Sanji y Law en esos momentos pareció alejarse lo suficiente como para darle un respiro.

Mierda, por si el encuentro con aquel atractivo pelirrojo no le hubiese descolocado lo suficiente, horas después de su encuentro con Eustass, la vida le dió la oportunidad de recuperar su espada y no pudo desaprovecharlo así que en cuanto identificó al hombre que podía dársela de vuelta, no dudó en enfrentarle en aquel puente a las afueras de la región. Tal vez no había sido buena idea largarse corriendo como alma que lleva el diablo con su sentido de la orientación pero, a esas alturas… Quería recuperar su espada por encima de cualquier cosa. Lo único que lamentaba era no haberse podido despedir de aquella buena gente. Pensaba volver lo antes posible. Al fin y al cabo, el viejo Yasu le había acogido en su hogar.

No contaba encontrarse con Hiyori y Toko en medio de su batalla y mucho menos acabar herido por intentar defenderlas de un idiota rubio que no paraba de reír como un desquiciado mientras las perseguía con intención de atacarlas pero, para su sorpresa cuando abrió los ojos descubrió que se había desmayado y que aquellas personas le habían ayudado. Los siguientes días tuvo que concentrarse en recuperarse lo antes posible para poder continuar con su misión.

Los primeros días se sorprendía a sí mismo pensando de vez en cuando en qué habría sido de Kid y en si habría logrado liberarse finalmente de las esposas. También pensaba en Sanji y Law y en el resto de su tripulación pero, sobretodo pensaba en su capitán y en qué demonios le mantendría tan ocupado en aquella cárcel para que aún no se hubiese escapado al igual que el pelirrojo.

Por desgracia, Zoro no tenía ni idea de que las cosas estaban a punto de cambiar de nuevo y que esta vez, nada de lo que hicieran podría cambiar lo que se avecinaba.

Pensé que sería al revésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora