Esa noche dormí en la habitación de Alessandro. Y sospecho que Alan lo hizo en la de Leo. No es que no tuviéramos otro lugar a dónde ir para no encontrarnos, porque yo tenía mi propia habitación aunque solía dormir con él, pero necesitaba hablar. Y supongo que él también.
Cuando me cansé de llorar en mi habitación, salí al pasillo rezando para no encontrarme con Alan y llamé a la puerta de Alessandro. Este me abrió al cabo de un par de minutos con cara de dormido, probablemente porque eran las dos de la mañana, pero me vio con los ojos rojos y me dejó pasar sin la necesidad de que tuviera que decir una sola palabra. Le conté la conversación con sumo detalle, intentando no llorar aunque los dos sabíamos que no iba a conseguirlo. Él no me dio ningún consejo ni me hizo una charla motivacional sobre relaciones de pareja; tampoco quería escucharlo. Simplemente, me abrazó y estuvo ahí en un momento en que creí que ni yo estaba para mí. Eso era lo que necesitaba, que alguien me apoyara sin juzgarme. Suficiente lo hacía yo ya.
Sabía que nada de lo que le había dicho a Alan estaba bien. Le había dicho cosas que en realidad no pensaba, le había gritado y le había recriminado que él no estuviera celoso cuando solo estaba preocupado por mí. Y me había puesto tremendamente celosa por algo que ya me había repetido en ciertas ocasiones. Odetta y él solo eran amigos, Alan no dejaría que pasara nada más entre ellos. Porque él me quería a mí. Eso lo sabía.
Tenía sentido. Sin embargo, seguía sin entenderlo. Seguía sin entenderme. Porque el cerebro, la lógica, la coherencia, pierden sentido cuando hay sentimientos de por medio. Podemos convencernos de que siempre tomamos decisiones en base a la lógica, a lo que creemos que es más inteligente; pero no es así. Simplemente, disfrazamos los sentimientos o los escondemos hasta que explotan y ya no podemos controlarlos. Pero eso, exactamente eso, es lo malo del corazón: que no tiene sentido. Que no lo entendemos. Que es irracional. Impulsivo. Pasional. Y siempre, aunque no lo comprendamos, le hacemos caso a él. Porque la vida, nos guste o no, se rige por los sentimientos. Son nuestra mayor fuente de felicidad y de desgracia. Se cruzan delante de la lógica y la hacen parar en seco y dar la vuelta. Son totalmente incoherentes.
Yo tenía la fuerte sospecha de que no tenía razón. Alan sí. Pero cada vez que rememoraba la imagen de Alan y Odetta en el cine me hervía la sangre y una punzada de celos me atravesaba el estómago. Estaba enfadada y celosa, y ningún cerebro podía convencer a mi corazón de lo contrario.
Al día siguiente, me desperté bastante tarde en la habitación de Alessandro. Él ya no estaba allí, y me di cuenta de que había dormido en el suelo para que yo pudiera quedarme en la cama. Tendría que darle las gracias por muchas cosas cuando lo viera.
Salí de la habitación con un miedo atroz a encontrarme con Alan por el camino. Era ridículo, porque ese piso era suyo y en algún momento me tendría que cruzar con él, pero no me sentía preparada. Porque estaba enfadada, triste y arrepentida a partes iguales. No sabía por qué emoción dejarme guiar cuando lo viera.
Entré al salón y respiré aliviada al ver que no había nadie. Puede que los tres italianos hubieran salido juntos y tuviera la casa para mí sola. No estaría mal. La verdad es que necesitaba pensar y replantearme algunas cosas.
Fui a la cocina y me preparé un café cargado. A pesar de haber dormido hasta tarde, me sentía agotada. Llorar me dejaba extasiada. Me lo bebí de un trago largo y me dirigí a mi habitación. No quería que los chicos entraran en cualquier momento y me viera obligada a hablar con ellos. No quería hablar con nadie.
Cuando estaba pasando por el pasillo con el objetivo de encerrarme en mi habitación, la de Alan se abrió y él salió. Tenía el pelo despeinado, los labios hinchados y unas enormes bolsas en los ojos levemente enrojecidos. Como yo, había llorado y no había dormido bien. Me supo tan mal verlo así que casi dejé mi orgullo a un lado para decirle que todo estaba bien y que lo superaríamos. Casi.
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Las consecuencias de un nosotros
RomanceADVERTENCIA: esta es la segunda parte de una bilogía. Si no has leído la primera, ve a mi perfil y busca "Las consecuencias del desamor". ... ¿Cómo se vive al lado de alguien que sabes que vas a perder? ¿Cómo se afronta una pérdida que ya se ha vivi...