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Releí la carta un millón de veces. Sin exagerar. Sentí que cuando más veces la leyera, más real me parecería lo que decía, pero eso no funcionaba. No me lo podía creer. Parecía un sueño, una ilusión, un espejismo.

Pero era real. No había duda de que lo era.

Alan volvería a España en un mes. A Madrid, para ser más exactos, pero eso ya era mucho más cerca de lo que habíamos estado en casi un año. Ese hecho me revolvió el estómago e hizo que mi corazón empezara a vibrarme dentro del pecho. Me sentí eufórica y asustada a partes iguales.

Cuando asimilé el contenido de la carta, me puse a dar vueltas por mi habitación sin parar. Tenía la respiración acelerada. Los pies se me movían solos. El corazón me iba a explotar.

Entonces me senté. Decidí pararme a pensar unos segundos.

Me había ido de Italia para no hacerle más daño a Alan. Necesitaba llenar mis huecos para que no tuviera que hacerlo él. Y, por mucho daño que hiciera, fue la decisión acertada. No podíamos seguir así. Sin embargo, había pasado casi un año des del momento en el que decidí marcharme. En un año pueden pasar muchas cosas. Yo había crecido, ya no era la misma persona que dejó Roma con lágrimas en los ojos. Las personas evolucionamos con el tiempo, no somos iguales durante más de dos días seguidos. Cambiamos con las experiencias que vivimos. Durante ese año yo había hecho muchas cosas. No eran experiencias que le hubieran dado un vuelco a mi vida ni que cualquier persona no pudiera vivir si se lo propusiera, pero eran mías. Yo había cambiado con ellas.

Ahora, mirándolo con perspectiva y comparándolo con cómo me sentía el año pasado, sabía que había conseguido curar algunas de mis heridas. Ya no escocían. Ya había algunas cicatrices. Aunque otras todavía estaban sanando, pero eran pocas y ya casi no dolían. También me sentía más llena. Creo que había conseguido llenar los huecos que hacía demasiado tiempo que tenía. Ya no me sentía vacía. Ya no sentía como si me faltara algo. Y todo eso lo había conseguido dejando pasar los días y dándome tiempo para pensar, para reflexionar. Escribiendo. Saliendo. Estudiando. Viviendo.

Tardé un par de días en responder a su carta, pero finalmente me atreví.

Alan,

Me alegro muchísimo por ti. Sé que te encantará vivir un tiempo en España, es un sitio precioso. Aunque, personalmente, yo prefiero Italia; pero eso ya es cosa de gustos.

En cuanto a nosotros, a mí también me gustaría verte. Te echo de menos, Alan. No ha habido un segundo en el que no lo haya hecho desde que me fui. Creo que durante todo este tiempo he madurado y he aprendido. Creo que ahora soy mejor. Estoy mejor. Me gustaría verte, aunque prefiero que esta vez las cosas vayan un poco más despacio. Cuando fui a Italia todo fue muy rápido, y no me quejo porque me encantó, pero me parece que esta vez necesito asimilar lo que hacemos antes de que lo hagamos y no al revés. Despacio. Solo para asegurarme de que todo va bien y de que estoy haciendo justo lo que debería hacer.

Me muero por verte,

Mar

15/7/2022

Su respuesta no se hizo esperar. Me dijo que llegaría a Madrid el 22 de agosto y que le gustaría venir a verme al día siguiente. Yo acepté, y desde aquel momento, estuve esperando el 23 de agosto cada segundo de cada día de cada semana que pasó hasta que llegó. Tengo la teoría de que no hace falta más que esperar que algo llegue pronto para que los minutos decidan durar el doble. Eso es lo que me pasó a mí. Fue la espera más larga de mi vida. Y eso que no era nada. Un mes, solo un mes. A comparación del tiempo que Alan y yo habíamos pasado separados, un mes no era nada. Pero lo sentí como la eternidad, porque pensé tanto en ese momento que el hecho de que aún no sucediera me hacía creer que nunca iba a hacerlo.

Las consecuencias de un nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora