Cinco años después
—¿Te acordaste ayer de comprar el queso para la salsa?
Di un salto en mi silla y me giré hacia Alan con la mano en el pecho.
—Me has asustado.
Él empezó a reírse. Se me pasó el enfado enseguida.
—Lo siento, es que no lo encuentro.
—¿El qué?
—El queso. ¿Te acordaste de comprarlo?
Arrugué el ceño y fruncí los labios.
—Eh bueno, puede que se me haya olvidado un poco.
—¿Se te ha olvidado un poco? —respondió con una sonrisa divertida—. Qué curioso, nunca había escuchado esa expresión.
—Lo siento mucho, Alan. —Me levanté del escritorio y me puse delante de él—. Estos días he estado muy ocupada con el libro y supongo que se me olvidó apuntar el...
—No importa, bella. Ahora voy yo. Tú termina eso y no te preocupes, ¿de acuerdo?
Me dio un beso en la sien a la vez que su brazo me rodeaba suavemente la cintura.
—Pero debería ir yo. Ha sido a mí a la que...
—Mar, de verdad, ya voy yo. No tardo nada y así tu puedes acabar de corregir el borrador antes de que vengan los demás. No te preocupes.
Iba a protestar de nuevo, pero en el último momento cerré la boca y le sonreí como lo haría una niña que tuviera delante a Papá Noel.
—Gracias. Te quiero.
—Espero que no lo digas solo por la maravillosa salsa de queso que pienso hacer cuando vuelva.
—¿Y por qué te creías que era sino?
—Buen punto. —Me dio un beso rápido y salió del despacho, pero antes de salir de casa, oí cómo me decía algo más—. Y yo también te quiero.
Entonces escuché el sonido de la puerta principal cerrándose y supe que me había quedado sola.
Me senté de nuevo en el escritorio y me puse cara al ordenador. Antes de que viniera Alan llevaba tres horas metida en esa habitación, enfrascada en una historia que yo misma había creado e intentando darme prisa en acabar de corregirla porque tenía que entregársela a mi editora mañana.
Era mi segundo libro. El primero lo había escrito hacía año y medio y me había pasado meses enviándolo a las editoriales y recibiendo respuestas negativas allá donde lo intentara. Era algo que ya me esperaba. Es muy difícil acceder al mundo editorial y muy pocos lo consiguen, y yo lo sabía, pero me desilusioné de todas formas. Estuve un par de meses sin intentarlo más, decidida a rendirme de una vez y buscar otro sueño al que aferrarme, pero Alan me animó a que lo intentara de otra forma, así que al final decidí auto publicar. No tenía demasiadas esperanzas puestas en ello, pero me fue mejor de lo que pensaba. Todos mis amigos, mi familia y Alan les hablaron de mi libro a todas las personas que conocían y se vendieron unos cuantos. Muchos más de lo que creía.
Yo estaba muy feliz y conforme con esa situación, pero pasaron unos meses y como el libro lo había leído bastante gente, creí que no perdía nada por volverlo a intentar con las editoriales. Probé con las mismas que me habían dicho que no la última vez, y una de ellas aceptó. Era una editorial pequeña pero conocida. Supongo que esta vez habrían visto las cifras de venta del libro ya auto publicado y habían decidido que debido a los resultados que había tenido por mi cuenta podrían ganar dinero conmigo. Las editoriales funcionan así; es muy difícil que escojan a autores noveles con los que no pueden asegurarse de que van a conseguir beneficios por muy buena que les parezca su obra. Por eso hay pocos escritores famosos pero que lo son mucho.
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Las consecuencias de un nosotros
RomanceADVERTENCIA: esta es la segunda parte de una bilogía. Si no has leído la primera, ve a mi perfil y busca "Las consecuencias del desamor". ... ¿Cómo se vive al lado de alguien que sabes que vas a perder? ¿Cómo se afronta una pérdida que ya se ha vivi...