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El momento llegó. Me había vestido con una falda de volantes negra y un top verde botella con escote palabra de honor. Sí, muy sencillo, pero había estado toda la tarde para decidirlo. Estaba nerviosa, ansiosa y preocupada. Todo a la vez. Los sentimientos mezclados como si se hubieran fundido sin opción a separarse de nuevo.

Una hora antes de que llegaran, fui a la habitación de Alessandro, con la intención de hablar de mis nervios y que me infundiera unos ánimos que ahora mismo creía necesitar como el aire para respirar. Llamé a su puerta y él la abrió desde dentro antes de que pudiera dar el segundo golpe.

—Hola, Mar —dijo sorprendido.

—Hola —respondí yo, y entonces advertí que estaba vestido, una cosa no demasiado habitual en él, y además de forma bastante elegante—. ¿Te vas?

—Sí. He quedado con Paolo.

—Ah. Pues diviértete.

Me di la vuelta para irme.

—¿Qué querías?

—Nada. Tú pásalo bien.

No quería molestarlo más, suficiente había tenido que aguantar ya conmigo.

Me fui a mi habitación de nuevo, me maquillé un poco para parecer más elegante y me puse unas sandalias con plataforma preciosas que todavía no había estrenado además de unos pendientes dorados que me había regalado mi padre por mi último cumpleaños.

Cansada como estaba de dar vueltas por mi habitación con el objetivo, fallido, de distraerme hasta que llegara la hora, me fui a la habitación de Leo. Llamé a la puerta y entré antes de que nadie contestara. Me lo encontré tirado en la cama, con el móvil en la mano de forma horizontal y tremendamente concentrado. Seguramente estuviera jugando a un juego, así que me esperé al lado de la puerta hasta que terminó. Entonces levantó la vista y dio un salto que por poco le hace caerse de la cama. No pude evitar reírme.

—Joder, Mar, me has asustado.

—Lo siento. Es que parecías concentrado y no quería molestarte —dije mientras intentaba dejar de reírme.

—¿Estás preparada?

—No, pero eso da igual. ¿Tú lo estás?

Él sonrió y se señaló la camiseta. Era de Guardianes de la Galaxia.

—Con Star Lord uno siempre está preparado.

Iba a hacer un comentario sobre mi personaje favorito de las películas, pero un sonido proveniente del salón me interrumpió. Era la puerta. Alguien había entrado. Se escucharon las voces de Alan y sus padres en el exterior. Era el momento, teníamos que salir.

Nos pusimos delante de la puerta, sin llegar a abrirla por la necesidad de mentalizarnos antes. Casi parecía que nos fuéramos a la guerra.

Leo me puso una mano en el hombro, intentando reconfortarme. Yo suspiré.

—Por cierto, estás muy guapa —dijo con una sonrisa que me infundió fuerzas.

—Gracias, pero tu camiseta mola más.

—No quería ser yo quien lo dijera

Y salimos de la habitación riendo.

Entramos al salón. Al primero que vi fue a Alan. Mi mirada siempre le buscaba a él primero, eso no había cambiado. Estaba guapísimo, como de costumbre. Parecía feliz al lado de su padre. Él, que tenía el brazo rodeando a su hijo, también parecía feliz. Su mirada, como la última vez que la vi, seguía transmitiendo esa alegría y esa confianza características de su persona. María, por otra parte, también sonreía mirando a su hijo. No parecía la misma persona que me había dicho todas esas cosas horribles hacía casi un mes. Empecé a pensar que con el resto del mundo era encantadora y yo tenía la mala suerte de ser la única excepción.

Las consecuencias de un nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora