10. "El demonio de las mil caras"

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El sol se escondía poco a poco a través de la delgada línea del horizonte, dejando ver un bello atardecer. Bajo esos escasos rayos de sol que perdían fuerzas con el pasar del tiempo, la aldea de Zithr se preparaba para la noche.

Sus residentes estaban obligados a entrar a las casas después de las 22:00, pues tenían enseñado que la noche era peligrosa, y el Kahuna de la aldea impuso ese toque de queda para impedir algún desastre. Todos acudían con prisa a sus casas, todos aquellos que aún estaban fuera.

Quedarse fuera por la noche era delito en la aldea, y podía ser castigado con servicios extra a algún campesino, u otro trabajo más especializado. Como la aldea era pequeña, casi todo el mundo se conocía entre ellos.

Había un chico que no se movía para volver a casa. Estaba tirado en la calle, que sobra decir que las calles aquí son la mayoría caminos de tierra. El chico tenía el cabello largo, y estaba recogido por una coleta. Su Haori era algo antiguo, quizá antes era de su padre, y antes de su abuelo. Observaba el cielo, de forma tan distraída..

-¡Hajun! ¡Hajun-san!

Escuchó como lo llamaban, y eso le hizo volver a poner los pies en la tierra. Pero ¿para que inmutarse? Le enfurecia tener que volver a casa tan temprano, y no poder quedarse nunca fuera, disfrutar de la noche. Una chica llegó a su lado, corriendo. Se agachó para que el chico le pudiera prestar atención.

-Vamos, Hajun. Hay que volver a casa.

El torno la vista para ahora mirarla, dejando a un lado el cielo. Se había escapado más de una vez de la aldea en la noche, y nunca había pasado nada. Se subía a las copas de la arboleda y disfrutaba del cielo nocturno, eso casi todas las noches.

-Sabes que nos preocupas a todos -la chica estaba insistente. Su haori era de mejor calidad que el tal Hajun, su pelo también estaba recogido pero de una mejor forma, y no era tan engreñado como el del chico.- Vuelve, porfavor.

Se sintió obligado a volver, y es que era así todos los días de su vida. Se inclinó lentamente, y no tardo en ponerse en pie. Aquellos dos compartieron miradas, que expresaban muchas cosas por parte del joven.

-Algún día, me cansaré y me iré de aquí -comentó el tal Hajun, por lo bajo.-

-No digas eso, porfavor.. -se acercó a él, y le abrazó. Sabía perfectamente como debía de sentirse el, al fin y al cabo, era su hijo. Lo conocía mejor que a nadie.- Sabes que tanto tu padre como yo te necesitamos..primero porque te queremos..y segundo, porque debes ser tu quien lo herede todo.

!Spash!

Aquella bofetada cortó el ambiente, volviéndolo uno más cargado, y abrumado. La mujer cayó al suelo tras la bofetada. Se llevó la mano a la mejilla, que ardía un poco con los dedos de Hajun marcados en ella.

-No sigas por ahí, madre. No tenéis ningún derecho de obligarme a nada. No quiero ser lo que vosotros queréis que sea. Yo ya pienso..-

Pero un grito desgarrador dos calles más abajo interrumpió las palabras de Hajun, que al instante movió su cabeza para buscar de donde provenía el ruido.

-Vuelve a casa, madre.

Tras decir eso, el chico salio corriendo de allí, no volvería. Trataría de descubrir que era lo que le había pasado a esa persona que había gritado, pero no volvería.

Kimetsu no Yaiba SDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora