I

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Quizás éramos muy deprimentes en ese momento, Momo-Chan frente a la computadora con su cerveza en nano colocaba canciones que me hundían cada vez más en una depresión no medicada pero si creada por mi mente.
Mis ojos pesaban, a un punto en que solo pude caer dormida en el sofá; estaba cansada y aburrida.

— Creo que no le agradé — dijo Eita con un rostro preocupado mirando el inerte cuerpo que dormía. Para luego darle un sorbo a su botella de cerveza.
— No es eso, Kazumi solo está cansada hoy trabajo mucho — intentó excusar la joven de cabellos cortos, pasó delicadamente la yema de sus dedos por el rostro de su amiga.
— Creo que a este club de los depresivos le hacen falta más miembros, traeré a unos conocidos ¿te parece? Tu trajiste a Kazumi y ahora oficialmente somos tres — alzando su índice y con voz aguda aseguró el joven de ojos miel.

Si pudiéramos hablar de Momo, ella es alta y cabellos negros, por motivos de estabilidad mental siempre recorta su cabello, es algo inestable, pero ¿hoy en día quién no lo es?
Sus ojos café brillan con mucha intensidad si de comida se trata, pese a que come muchísimo siempre se mantiene delgada porque en sus momentos de crisis, mantiene su lema de "cuerpo sano, mente sana".

Ahora, nuestro integrante fundador, aquel amigo de preparatoria de Momo, Eita; un galán de telenovela diría mi difunta abuela. Alto y cabellos castaño claro que se deslizaban con naturalidad por su frente topándose con las gafas que usaba para poder ver bien de lejos, lo que los doctores llamarían "lentes para gente con miopía". Siempre es muy amable y sonriente, nadie pensaría que detrás de todo eso hay un hombre que le gusta cantar canciones de despecho y desamor, acotando que nunca ha tenido novia ni ha pasado por cosas similares.

Parpadeé un par de veces para darme cuenta que el lugar se veía oscuro, no entendía porque estaba soñando con los otros dos integrantes del famoso "club de los depres" como se denominó por obra del fundador. Algo confundida caminó topándose con un cuerpo tirado en el piso; sí, su primera impresión fue asustarse, se agachó para ver si estaba vivo y tras sentir el alto aroma a cerveza entendió que se habían pasado de copas esos dos sujetos. Por otro lado, rápidamente buscó a su amiga de infancia, Momo-Chan estaba abrazada al inodoro.

— Mo...mo-Chan ¿estás bien?

— Ve — Alcancé a escuchar cuando el vomito se hizo presente, no tuve más remedio que darle palmitas en la espalda.

Le volví a mirar mientras sentaba a Momo-Chan en el sofá, estaba realmente pálida, no tuve más remedio que servirle un poco de té; tras unos largos 45 minutos, la chica estaba roncando. Le acomodé en tal posición de que quedara de lado, cosa que si vomitaba no se ahogara.

— Dios... ninguno tiene resistencia al alcohol ¿por qué beben? — murmuré mientras sentía mi estómago rugir.
— Sin dudas, iré a comprar algo para comer, hoy será una noche larga.

Estaba saliendo de la casa revisando mis bolsillos que llevara las llaves, cerré y me dispuse a caminar, no fueron más de tres pasos cuando una voz me espantó dejándome el corazón en la mano, quizás por las altas horas y que estuviera fuera de casa de su amiga o por la belleza de esos ojos azules que la miraban fijamente.

Un amor diferente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora