XI

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El celular no dejaba de sonar haciendo eco en el dormitorio, las cortinas cerradas no dejaban entrar la luz del día. No sabía que hora era exactamente, iba a tomar su celular cuando los golpes en la puerta la aturdieron un momento.

— ¡Oh por dios! Ya es medio día ¿cómo una señorita como yo puede dormir tanto un Domingo?

Me reproché levantándome, olvidando que había alguien en la puerta; me encaminé al baño, desvistiéndome y tras tratar de dar el agua me di cuenta que no había, ósea estaba cortada.
Tragué con dificultades y parpadeé un par de veces cuando mi reflejo se mostró en el espejo. Daba miedo, parecía haber tenido una batalla a muerte con mi cabello, pero, lo positivo era que mi ojo ya no estaba inflamado y los rastros morados eran menos.
La puerta volvió a sonar.
Tuve que envolverme con la toalla, luego pensaría que hacer para asearme porque definitivamente necesitaba un baño. Fruncí el ceño tras volver a escuchar los golpes en la puerta.

— ¡¿Quién viene con tanto dinero?!

Exclamé molesta abriendo la puerta, me paralicé cuando esos ojos azules me vieron de pies a cabeza. En un lapso de pánico le cerré la puerta en la cara de un portazo, traté de inhalar y exhalar con rapidez; buscando pensar en algo. ¿Qué hace aquí?
La puerta volvió a ser golpeada.

— Quedaste de venir a las 11:00 de la mañana, tras tu ausencia le pregunté a Eita tu dirección creyendo que te había pasado algo.

Su ronca voz que no transmite absolutamente nada, esa voz que me hace temblar cuando mis oídos son deleitados. Solté un suspiro, claramente me quedé dormida y nunca le di mi número para que me llamara o pudiéramos comunicarnos.
Lentamente abrí la puerta, estiré la mano obteniendo su brazo como rehen y lo jale dentro de la casa sin decir nada, una vez el delgado cuerpo de Yamada estuvo delante de la puerta la cerré. Me quedé mirando su mano que traía un papel, luego le seguí observando hasta llegar a esos preciosos ojos que me cautivan, sonreí al sentirme en confianza con él, un momento lindo que solo él podía arruinar.

— Encontré esto fuera.— su rostro tan inexpresivo como siempre, extendió su mano para darme el papel.

— Te cortarán el suministro del agua a contar de las 12 del medio día, Kazumi-San.

Mis ojos parecieron perturbarse cuando oí a Akito hablar, y mi rostro ya no se notaba complacido por la visita, más bien, estaba sintiendo vergüenza. Le quité la factura del agua, y salí a la cocina a buscar las botellas de agua para asearme.

Cuando volví a pasar por la sala para ir al baño, noté que Yamada seguía parado en la entrada de la casa sin moverse, su mirada estaba en el suelo y sin expresión.

— Siéntate ahí y espérame.— dije apuntando al sofá, él solo desvió la mirada hasta el lugar apuntado y caminó allí sin decir algo.

Rápidamente me metí al baño para comenzar a intentar ducharme, dándome cuenta que Yamada me vio en mi modo más vagabundo posible, sin agua, sin bañarme, recién levantada, con el pelo despeinado y oliendo a todo. Terminé soltando un pesado suspiro vertiendo el agua helada sobre mi cuerpo evitando no chillar.

— Soy el ser humano más deplorable del mundo, no tengo dudas y sí pruebas.

Un amor diferente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora