Un amor diferente

XII

Entre que me mojaba y mi piel se erizaba por lo helado del agua embotellada, enjabonar mi cuerpo por secciones, el cabello con shampoo, sin duda, era un desastre ambulante.

— ¿por qué hoy? ¿por qué justo hoy que tenía una no-cita con Yamada? ¿qué más quieres de mi Dios?

Me quejé vertiendo la última botella de agua sobre mis cabellos, luego de casi media hora intentando asearme; terminé de vestirme y me miré al espejo tratando de darme ánimos para salir a enfrentar la realidad.
Antes de salir iba a poner un poco de pomada en mi ojo para acelerar la desaparición del moretón, tras buscarla en el baño y no encontrarla, salí a la sala buscándole mientras mi morada se topó con Akito, quien pacientemente estaba esperando donde le había indicado.

— Lo siento... por lo de hace un rato, no sabía que me iban a cortar el suministro.— comencé a hablar, sus ojos azules seguían cada movimiento que yo hacía buscando la pomada.

— No es que viva en condiciones inhumanas o sin los servicios básicos, ósea no es que sea de escasos recursos, bueno sí lo soy, pero clase social baja...— fui interrumpida.

— No me interesa. — dijo él.

Parpadeé un par de veces, tratando de captar el mensaje. Apreté los labios tratando de calmar la furia que comenzaba a emanar desde mi interior; odiaba cuando su despreocupada forma de ser se hacía presente en sus palabras.

— ¿Por qué eres así? ¿Ah? ¿Te divierte descolocarme con tus comentarios? ¿Disfrutas siendo así? ¿Por qué nunca te interesa nada?

Sus ojos parecían abrirse más de lo habitual y por primera vez vi una expresión en ese rostro angelical que Yamada poseía, estaba sorprendido por mis reclamos.
Le vi fugazmente abrir la boca para decir algo, pero, me adelanté y seguí hablando elevando mi voz mientras tiraba las cosas buscando ya desesperadamente la pomada. A esa altura el mal humor se había apoderado de mi; no entendía si era por el corte de agua o por no encontrar la sucia pomada o simplemente por el hecho de darme cuenta que a Akito no le interesa nada de lo que pueda pasar conmigo.

— ¡Te quedarás solo! Las personas intentamos ser tus amigos, acercarnos a ti porque nos pareces un buen chico.— tomé la pomada que estaba sobre la mesita a un lado del sofá que Yamada estaba sentado.

— ¡Solo respóndeme dios! ¡Me estresa no entender tu lenguaje sin expresión! Me exasperas Yamada. — mi ceño estaba fruncido y de pronto sentí que mis ojos se humedecían sin entender porque lagrimeaba, estaba colapsando de emociones incontrolables.

Pude sentir su pulgar deslizarse sutil y cuidadosamente por mi mejilla capturando la lágrima que se deslizaba, pasé saliva con dificultades, pero, no podía dejar de mirarlo.

Akito se acercó ligeramente para quitar de mis manos la pomada, abrió del recipiente con paciencia para esparcir un poco sobre su dedo medio. En un siguiente acto, él ya estaba esparciendo la crema alrededor de mi ojo con mucho cuidado y dedicación, sus ojos estaban fijos en su acción.

Me quedé mirando cada detalle, lo limpia e hidratada que era su piel, su nariz refinada, las largas pestañas que danzaban en cada parpadeo que daba. Lo azul profundo de sus ojos, casi un cielo despejado en verano. Yamada sin duda era precioso.

— Gracias... — susurré.

Él automáticamente dejó su accionar, sus azulados ojos se cruzaron con los míos. Sin duda podía asegurar que el cielo y el mar se juntaban en esos bellos iris.

— No me interesa...— volvió a decir con su normal forma de ser.

Estaba volviendo a arruinar el momento, que gusto de este adolescente de matar la pasión en tres palabras. Abrí mi boca para reclamar, sin embargo el puso su mano en un impulso de hacerme callar, lo miré desconcertada y de pronto él solo suspiro para seguir su explicación.

— Escucha, no le doy atención a la forma económica en que sea tu diario vivir, las cosas materiales no son de mi interés, pero, quiero que estés bien y saludable, Kazumi-San.