❛❛APOCALYPSE. oblivion❜❜ [tua]³

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.: I'M ALREADY DROWNING :.

Is it too late to come on home?

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Hotel Oblivion.
Day 31.

La primera vez que usó el ascensor rojo, tuvo mucha suerte de no estar usando su vestido de novia.

Llevaba una camisa beige que Malorie le dio, explicándole que había pertenecido a un huésped llamado Ahgil Ali, que murió poco antes de que ella llegara al Hotel. Al parecer, esa era otra de las costumbres por ahí: tomar la ropa y pertenencias de los muertos, porque no podían permitirse desperdiciar nada en un lugar como ese.

Usar la ropa de un muerto le provocaba una sensación extraña, pero tampoco pudo rechazar el obsequio de Malorie, a quien ni siquiera le había dicho su verdadero nombre. Ahgil debió ser alguien muy grande, porque la camisa le cubría hasta las rodillas y tuvo de doblar varias veces las mangas para poder sacar sus manos, pero al menos pudo cambiarse de ropa y guardar el vestido rosa por un rato. Sin embargo, irónicamente, el color de la camisa también le ayudó a continuar con su personalidad de La Novia, así que los huéspedes a los que se encontró esa mañana la llamaron así para saludarla.

Aún no sabía el nombre de todos ellos pero, por lo que sospechaba, la mayoría solo tenían apodos, como El Mago o los famosos Carroñeros del quinto piso -a los que aún no conocía, afortunadamente-. Muy pocos tenían nombres que sonaban reales, como Malorie, y eso que ese nombre también podría ser falso, dado su historial de crimen y huidas, pero Lyra nunca se había atrevido a preguntar, así como los demás tampoco le preguntaron su nombré verdadero. Ella era La Novia. Eso era todo.

Ese día fue diferente porque, además de la camisa prestada, no hizo el recorrido normal de todos los días. Estaba cansada, las pesadillas no la dejaron dormir en casi tres noches, pero quedarse encerrada en su habitación también era insoportable, así que, en cuanto llegó a octavo piso y su cabeza comenzó a doler tanto como sus huesos, supo que no podría ir mucho más lejos a ese ritmo. Sabía que no podía detenerse, que desperdiciar un día más en ese lugar solo acabaría por matarla, debía continuar hasta llegar al lobby y encontrar una salida...

Y entonces vio su solución.

Al final de ese pasillo solitario, casi ocultas por cortinas y muebles rotos que se amontonaban junto a las paredes púrpuras, las puertas rojas del ascensor resplandecieron, llamándola.

No lo había usado antes porque recorrer los pasillos caminando le parecía más cauteloso, y sentía curiosidad por los demás pisos de su prisión; era como conocer a su enemigo, solo que no se daba cuenta de que era el Hotel quien la conocía. A veces escuchaba la maquinaria del elevador moviéndose arriba y abajo por las noches pero, en realidad, no recordaba haber visto que alguien más lo usara.