Capítulo 8

202 7 24
                                    

Llegamos al piso pocas horas antes del amanecer. Los demás nos esperan despiertos ya que ellos aún no han tenido que jugar sus partes en el atraco.

— ¿Cómo ha ido? — exige saber Remy.

Apenas puedo esperar para enseñarles el lienzo, en el que para mi sorpresa tras un rato sin verlo, se vislumbra claramente el cuadro, aún falto de tantos detalles que recuerdo haber visto pero que no he tenido tiempo de plasmar. Tyago se apresura a acomodar un espacio en el salón en el que pueda seguir trabajando cómodamente y me ayuda a colocar el lienzo sobre el caballete de nuevo. A su manera, todos ellos me felicitan a pesar de que no tengo ni la mitad del cuadro terminado, y me desean una buena noche antes de irse a sus respectivas habitaciones. Pinto contra reloj, sabiendo que esta noche el resto de la Rosa Negra desempeñarán sus propios papeles para poder cambiar el Van Gogh por mi réplica antes de que los invitados a la gala puedan verlo, y cuando lo hagan, será mi obra lo que contemplen aunque no lo sepan. La emoción y la presión fluyen por mis venas como dos ríos a punto de desbordarse y me ayudan a continuar con mi cometido mientras la canción de Anhelo, de Veintiuno suena en mis orejas. Una mano enguantada se posa sobre mi hombro antes de que pueda sacar los pinceles.

— Lo has hecho de maravilla. Deberías descansar.

— No. — niego y me relamo satisfecha al ver la sorpresa en la expresión de Lev. —. Tengo los detalles muy recientes, quiero seguir.

— Esperaba que dijeras eso. — admite devolviéndome la sonrisa.

Empiezo entonces a mezclar los colores, reconstruyendo la paleta, mientras Lev coge un libro de la estantería y se sienta en la butaca cerca de mí, listo por si necesito de su memoria fotográfica, cosa que no tardo en requerir.

— No recuerdo si la flor tenía uno o dos pétalos.

— Dos. — contesta de inmediato.

— ¿Puedes leer y responderme al mismo tiempo? — Alzo las cejas, añadiendo el segundo pétalo.

Emite un murmullo de afirmación y por un momento le creo, hasta que después de girarme varias veces para preguntarle algo, me doy cuenta que ninguna de ellas estaba mirando el libro, me mira a mí todo el tiempo. No al cuadro, a mí.

— ¿Qué? — pregunto algo nerviosa.

— Disfrutas mucho con esto. — dice sin ocultar su fascinación.

— Necesito ayuda con algunos detalles. — trato de desviar su atención de mí, pero solo lo empeoro cuando cierra el libro y se levanta, acercándose a mí —. Esta rama, ¿estaba inclinada hacia la izquierda o hacia la derecha?

— Izquierda, y esa flor era más amarilla.

— ¿Quién me iba a decir que al final agradecería que seas un sabelotodo? — Me burlo.

— Alguien tenía que apreciarlo un día. Aquí, — señala una zona del bosque que decora el fondo —, tenía más textura.

— Bien visto.

— ¿Cuánto tiempo te llevó aprender a hacer esto?

— Años. — suspiro recordando las largas noches en vela mientras estudiaba para luego descubrir que a nadie le gustaba el arte —. Le diré al mundo que aprecie mi grado en arte como merece.

— Yo sé que lo aprecio.

Seguimos trabajando en equipo, Lev indicándome algunos detalles que no recuerdo hasta que por fin, dos horas después, está casi terminado.

— Roza la perfección. — dice el Señor Ladrón.

— Lo sé, solo faltan unos pocos detalles.

— ¿Estarás bien si me voy a preparar el resto del atraco?

Rey de ladronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora