Capítulo 16

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El leve ruido a mi alrededor es lo que me hace ser consciente de que estoy despierta. Los párpados me pesan y la cabeza me martillea sin cesar. Entreveo a través de las pestañas una luz amarilla muy tenue que ilumina lo que creo que es un sótano. La borrosidad me impide estar segura de dónde estoy, pero reconozco una figura con camisa blanca y pantalón negro, aunque es una mancha de colores al principio, conforme me acostumbro al ambiente puedo fijar la vista y ver a Lev de espaldas a mí.

— ¿Lev? — consigo vocalizar, con la boca seca y pastosa.

Pero cuando se da la vuelta y veo la quemadura en la mitad izquierda de su cara, recuerdo que no es Lev.

Intento levantarme de la silla sin suerte. Las esposas de metal tiran de mis muñecas, manteniéndolas juntas, y el tintineo que producen al chocar cuando empiezo a tironear causa la seca risa de Dimitri, que parece divertirse al verme luchar con mis ataduras mientras mi agitación aumenta. La imagen de Lev cayendo del balcón se me viene a la mente, y es todo lo que necesito para calmar mis nervios.

Le mantengo la mirada, igualando la frialdad con la que peleó con su propia familia, y continúo haciéndole creer que sigo simplemente tironeando, pero consigo desabrocharme la pulsera y meter el clip entre la rendija y la parte serrada, y con cuidado, presiono lo suficiente para que se suelten. Aprieto la mandíbula, pensando mis próximos movimientos.

— ¿Acaso tienes miedo de mostrarte bajo la luz? — provoco al ver que está en la zona más oscura del sótano.

—Yo no...

Empieza a defenderse, pero se acerca sin darse cuenta, lo suficiente para que pueda lanzarle un puntapié que hace que se tambalee hacia atrás, cortándole a mitad de la frase. Aprovecho los escasos segundos para levantarme y coger la silla con ambas manos para lanzársela con todas mis fuerzas. Sin embargo, lo esquiva con habilidad e intento alejarme, pero Dimitri me atrapa, junta mis brazos por detrás de la espalda de nuevo y utiliza unas bridas para atarme antes de sentarme de nuevo en la silla.

—Provocas muchos dolores de cabeza. — comenta tranquilamente, como si estuviera conversando en una terraza mientras toma una taza de té en lugar de estar en un sótano con una persona a la que ha secuestrado—. Ya entiendo por qué le resultas tan interesante a Alexei.

No me permite responderle, porque se da la vuelta y desaparece escaleras arriba, cerrando la puerta tras de sí.

Me quedo pensativa, sintiendo el roce de las bridas contra la piel de mis muñecas. El corazón se me acelera por instinto, pero lucho por controlar mi respiración y relajarme todo lo posible sin perder el estado de alerta en el que debo mantenerme. Intento deslizar las bridas por encima de las muñecas mientras pienso fríamente en la situación. Lo primero que deduzco es que me necesita viva y sin un solo rasguño, de lo contrario, no habría tenido tanto cuidado al atraparme por segunda vez. Ejerce la presión suficiente como para que no pueda escaparme, pero sin llegar a hacerme daño. Apenas he conseguido mover las bridas de su lugar cuando escucho de nuevo los pasos de Dimitri acercándose. Trae una taza en las manos y por el olor, diría que es un té negro, el mismo que bebe Lev. Se sienta en la silla frente a mí y me mira fijamente.

—Te ofrecería algo, pero creo que vas a intentar matarme otra vez si te desato. — sonríe como si la situación fuera divertida—. O al menos huir.

— ¿Eras el cerebrito en la familia? — Me ignora soberanamente mientras remueve el té lentamente—. ¿Qué pretendes?

—Tenerte aquí es la única forma de conseguir que Al hable conmigo.

—Tienes mucha cara diciendo eso cuando intentaste ahogarlo en los antigüos calabozos.

—Era la única forma. — Se defiende con ferocidad, sus ojos se entrecierran al ver que le juzgo con la mirada, y se levanta de golpe, dejando la taza bruscamente en la mesa y apoyando sus manos a ambos lados de mi silla—. ¡Cómo te atreves a juzgarme sin conocer las exigencias y las normas que he tenido que acatar! ¿¡De qué presume tu linaje?!

Rey de ladronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora