Capítulo 22

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La sala estalla en aplausos habiéndo disfrutado de un espectáculo interesante con un giro de última hora.

—No os cortéis, celebradlo. —anima el mafioso—. No me avergüenza perder contra un digno rival.

Y Lev no tarda ni tres segundos en saltar fuera de su silla y me abalanzo a sus brazos abiertos.

—Nos lo has puesto difícil, Barón. —finge Lev.

—Hacía mucho que no me divertía tanto. Solo me apena haber perdido ese Van Gogh. ¿Creéis que habría alguna posibilidad de que me lo quede, aunque hayáis ganado?

—Por supuesto. —acepto de inmediato. Ni lo queremos, ni merece la pena enfadar al mafioso.

—Considéralo un regalo en agradecimiento por habernos acogido tan bien.

Desconecto de la conversación que mantienen Lev y el Barón mientras escaneo de nuevo la habitación, buscando el peligro movida por la sensación de que algo saldrá mal. Las personas empiezan a dispersarse en busca de un nuevo espectáculo o incluso de ser ellas mismas las que participen en las próximas timbas de las mesas cercanas. Ningún rostro es conocido o familiar, tan solo el de Remy que se empieza a acercar hasta donde estoy y me envuelve en un fuerte abrazo.

—Es nuestro. —susurra en mi oído con emoción, asegurándose que nadie más nos escucha—. Puedes activar tu auricular, aunque puede que Reiko te haga estallar el tímpano...

Me río, separándome de sus brazos mientras vuelvo a observar la sala. Celine está acercándose también, para llevarse a Remy fuera del casino y esperar a que Lev y yo salgamos para unirnos a ellos. El grupo ha hecho una reserva en uno de los restaurantes de lujo de la zona, para celebrar la ampliación desmesurada de la colección de arte. Después de eso, estarán demasiado borrachos como para darse cuenta de que me habré ido. Incluido Lev.

No he cogido ningún vuelo, aún no he decidido dónde huiré esta vez ni cuál será mi nueva identidad. Puede que vuelva a comprarme una peluca rosa, a usar pantalones de pierna exageradamente ancha y ponerme esas gafas de sol con colores brillantes. La repentina y cercana voz de Lev me devuelve a la realidad.

—Creo que ha llegado la hora de irnos. —dice sonriente, ofreciéndome el brazo.

—Sí, tengo ganas de salir de aquí de una vez. —contesto, tomándole el brazo y devolviéndole el gesto.

Seguimos los pasos de Remy y Celine, fuera del casino y rumbo al restaurante de lujo, donde el rubio ha reservado la mitad del local para mantener a Lev lejos de posibles accidentes con vino tinto, y celebraremos la victoria una vez más.

Rumbo a mis últimas horas con ellos.

—Vamos, ¡es hora del tributo a Laverna! —anima Remy.

Como ya es habitual, el Señor Ladrón es el primero en beber de la botella de champagne. Al principio, creía que lo hacía para probarlo y asegurarse que no estaba agrio, pero ahora entiendo que lo hace para detectar si la han envenenado, ya que es el único que puede ingerir veneno con seguridad.

—¿En el suelo del restaurante? —Lev levanta una ceja, sopesando.

—No vas a vaciar la botella entera, Lev. —apoya Tyago.

Con un suspiro a modo de rendición, cede y vacía un chorro del líquido en el suelo tras su silla.

—Por Laverna. —agradece al mismo tiempo.

El resto estalla en vítores que procuro acompañar, aunque soy consciente de que no consigo ponerle el mismo entusiasmo que el resto. En lo único que me puedo centrar es en que dentro de unas horas estaré conduciendo en un coche que probablemente haya robado, alejándome todo lo posible de ellos... y de Martín.

Rey de ladronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora