Capítulo 13

179 7 28
                                    

No soy la mejor madrugadora, pero merece la pena solo por ver la Plaza de San Marcos bañada por los primeros rayos de sol. La plaza está vacía y tenemos espacio más que de sobra para nuestra sesión improvisada de esgrima. La nueva espada de Lev, una vez perteneciente a un maestro esgrimista renacentista, también es demasiado bonita como para atreverme a tocarla, y dejando a un lado su belleza histórica, las gemas que la adornan emiten un brillo intenso con la luz que se refleja en ellas, casi como si fuera mágico. Por supuesto, solo a Lev se le ocurriría blandir una espada robada en público, y por un momento agradezco que estemos solos... al menos por ahora.

— Ten en cuenta que soy zurdo, por lo que tendré ventaja al principio. —Me advierte —. Aunque conforme entrenemos más a menudo, te acostumbrarás a ello.

— Creo que intentarías ponérmelo difícil aunque no fueras ambidiestro. —comento con diversión y le hago reir.

—Es todo por mi primo. Él también era zurdo y así me enseñó, así que tomé prestados algunos de sus trucos. Fue hace mucho tiempo ya...

—Oye. —Pongo mi mano en su brazo, intentando evitar que piense demasiado en ello y capto su atención —. Enséñame a apuñalarte.

Pasamos la siguiente hora entrenando, Lev enseñándome la posición a mantener de la que parten todos los demás movimientos, como avanzar, romper, la estocada... Para cuando acabamos, siento como me queman las piernas por haber estado intentando aguantar la posición correcta, pero me estoy divirtiendo demasiado como para dejarlo ahora.

— ¿Estás preparada para un duelo? —pregunta Lev de forma casual.

— ¿Ahora mismo? Estás de broma, ¿no?

—Sabes lo suficiente como para pelear. Además, solo usaré los movimientos que te he enseñado para que sea justo. —Me tienta.

Pero no, no será justo. A parte de que él es mucho más alto y fornido que yo, lleva practicando demasiado tiempo, sus movimientos son elegantes y certeros independientemente de la dificultad de estos y apenas está sudando cuando yo tengo que luchar por respirar...

—No creerás que voy a dejarte ganar sin más, ¿verdad?

—Bueno... Al menos admite que soy una buena aprendiz.

—Eres adecuada.

Me río, porque no podría esperar otra respuesta de él y sin embargo sigue sorprendiéndome. Me retiro los mechones más rebeldes de la frente, llevándome el sudor con el dorso de la mano y cuando me quiero dar cuenta Lev está más cerca. Tanto que nuestros pechos casi se rozan.

—Quiero una recompensa por ganar. — demanda, dando por sentado que va a ser él quien gane.

— ¿Qué?

—Así se hacía antes. El vencedor obtiene cualquier cosa que pida.

—Muy bien. ¿Qué quieres, entonces? — Antes incluso de que pueda acabar la frase, sus dedos elevan mi mentón con suavidad.

—Primero dime que me darás un premio. — exige, cada una de sus exhalaciones golpeando suavemente mi boca.

—Está bien, te daré un premio si ganas. ¿Vas a querer tu beso?

—No. — niega y se ríe ante mi mueca—. Antes me lanzaría contra esta espada. Controlaré mi deseo hasta que pueda utilizarlo a voluntad.

—Deberías saber que no es así como funciona. — Le advierto sonriente-. Solo estás retrasando lo inevitable.

Cada susurro, cada respiración agitada, cada vez que su mirada se arrastra con diversión sobre mí, solo aumenta el peso de nuestro deseo... Hasta que colapsemos el uno en el otro. Es solo cuestión de tiempo, y Lev no lo niega.

Rey de ladronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora