Capítulo 26

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Lev

Me levanto sobresaltado, sin apenas poder respirar tras el acechante recuerdo en forma de pesadilla en el que Nora desaparece tras la celebración en Hong Kong. Remy está en el asiento frente al mío, vigilándome, y se incorpora con rapidez para intentar calmarme.

Tras unos minutos esforzándome por imitar el ritmo de su respiración, me alivia comprobar que el resto de miembros de la Rosa Negra descansan apaciblemente en sus asientos del jet privado que nos lleva rumbo a París, donde empezó todo.

Hicieron un gran trabajo tratando de persuadirme para tomarnos un descanso, así que cuando lo consiguieron, entre todos decidimos que lo mejor sería volver a Francia. Siempre acabamos volviendo, más tarde o más temprano.

La noche de la marcha de Nora, ninguno de nosotros se enteró. Por mi parte, que comparto habitación con ella, todo lo que podía escuchar eran las risas de las personas que asesinaron a mi familia mientras trataba de huir por el bosque, con una atemorizada Lizzie entre los brazos.

—¿Otra vez lo mismo? —pregunta en cuanto me ve más sereno, manteniendo la voz baja para no desperar a nadie.

—Cada vez que cierro los ojos la veo desaparecer, Remy. —susurro.

—Nos va a costar asimilar que ya no está con nosotros.

—No lo digas como si estuviera muerta.

—Sabes perfectamente que me refiero a que se ha ido. Esa mujer sabe cuidarse sola.

—Si hubiera estado despierto anoche... —lamento—. Creo que nunca podré perdonarme por haberme dormido en el peor momento.

—No fue culpa tuya, ¿me oyes? —Me reprende y lo repite de nuevo—. No fue culpa tuya, Lev. Ninguno lo vimos venir.

—Tengo que encontrarla, Remy. No puedo vivir sin ella.

Por unos segundos, mi mejor amigo se queda mirándome a los ojos con fijeza, sin acabar de creerse lo que acabo de revelar, o más bien, admitir.

—Así que nuestra mente maestra por fin se ha enamorado. —Se burla.

—Ni una palabra. —Le advierto con una ligera sonrisa que no sé de dónde he sacado—. Aún no sé qué opina el resto sobre buscarla.

—Apuesto mis lentillas verdes a que todos pensamos lo mismo.

Me da un apretón en el hombro en un intento de reconfortarme, estrujo su mano en respuesta como agradecimiento y me levanto. Necesito echarme agua fría en la cara para despejarme.

Vuelvo unos largos minutos más tarde, más despierto y con el cerebro funcionando a la velocidad de la luz como es habitual en mí, pero aún con la dulce artista robando cada uno de mis pensamientos. Repaso los pasos que hemos dado desde que se marchó, ya que todo parece estar borroso.

24 horas antes

El dolor de cabeza fruto de la pesadilla de esta noche me atraviesa cuando me levanto con brusquedad de la silla. Además, se une el entumecimiento en los músculos de la espalda por la mala postura al quedarme dormido sobre el escritorio. Me dirijo al baño y cojo uno de los analgésicos que tomo rara vez, tan sólo en ocasiones en las que, como está, siento que me haya arrollado toda una línea de metro. Me ducho con agua fría para terminar de despertarme y cuando regreso a la habitación para vestirme, reparo en que Nora no se encuentra entre las sábanas. Cojo la primera percha del armario y me visto: camisa blanca, pantalones de vestir grises a juego con el chaleco y los zapatos. No necesito variar mi estilo lo más mínimo. Llego presentable al salón, donde ya está todo el equipo repartido por los sillones a excepción de mi mejor amigo y la mujer a la que no debería amar, por lo que deduzco que he sido el último en levantarme.

Rey de ladronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora