Capítulo 30

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Lev

—¿No puedes ir más rápido? —pregunto con desesperación a Tyago, que ya tiene el acelerador pisado hasta el fondo.

—Pues este coche no tiene más velocidad, Lev. Así que no.

Todos estamos con los nervios a flor de piel desde que Nora salió corriendo minutos antes de que pudiésemos embarcar. Recuerdo las miradas extrañadas de todos, las quejas de Reiko sobre que siempre sale huyendo y que nos marchásemos... Pero el resto de miembros le llevó la contraria.

Ahora Nora forma parte de nuestra familia también y eso significa que debemos interesarnos por lo ocurrido.

Al principio hay un poco de caos cuando nos vemos obligados a dar media vuelta y volver a la limusina. No sabemos cómo encontrarla, tampoco tenemos su número de teléfono ni el del cubano que la acompañaba estos días. Así que recurrimos a las habilidades informáticas de la asiática, que nos consigue en teléfono de ese tal Red.

—¿Te ha llamado? —pregunto en cuanto descuelga.

—¿Quién eres y quién tiene que llamarme? —duda él.

—Nora. ¿Te ha llamado? ¿Sabes dónde ha ido?

—¿Ha vuelto a irse? —La sorpresa en su voz me hace darme cuenta de que la respuesta a mi pregunta es negativa.

—No sabemos dónde está ni a dónde ha ido. —explico acelerado, siento que el corazón se me va a salir del pecho—. Fue de repente, algo vio en el teléfono que la hizo salir corriendo.

—¿Algo la llegó al teléfono, dices?

—Sí, no sé que era pero fue cuando lo sacó. Parecía nerviosa y triste a la vez, no nos miró siquiera antes de irse.

—Solo hay una cosa que haga a Nora alterarse tanto...

—Morales. —concluimos a la vez.

—¿Está contigo? —inquiero.

—No. Se fue esta mañana, temprano. No me avisó. —niega—. Voy a hacer algunas averiguaciones.

—¿Y mientras qué?

-Suave pa' que se te de. —rie y no entiendo a que se refiere—. Te avisaré en cuanto sepa dónde ha ido. Sé que la amas.

Y sin darme tiempo a responder, cuelga. El grupo me mira, esperando instrucciones, o que les diga que está bien, o un lugar al menos... Pero lo único que puedo decirles es que debemos esperar.

Hay un suspiro a modo de queja compartido entre todos, pero no podemos hacer otra cosa y tampoco sería inteligente empezar a conducir sin saber qué dirección tomar.

Pasa menos de una hora cuando Red vuelve a llamarme:

—Id a Cleveland. Dalewood Street.

Sus instrucciones son claras y las indicaciones del gps de Reiko precisas, por lo que gracias a las habilidades de nuestro conductor, llegamos a la zona en dos horas y cuarto.

Tyago reduce la velocidad para que podamos fijarnos por si vemos a la pintora entre la gente.

—¡Sigue a ese coche! —grita Remy en el asiento trasero, señalando un Ford que gira a toda velocidad para seguir por una carretera recta—. Siempre he querido decir eso.

Y el colombiano obedece con rapidez, aunque el coche al que seguimos corre mucho más que nosotros y le perdemos de vista en la lejanía. Minutos después, cuando empezamos a distinguir el humo negro en la lejanía, parece que le volvemos a alcanzar, pero gira bruscamente a la izquierda unos metros por delante y vuelve a desaparecer. Tyago reduce la velocidad y se mete por el mismo camino de tierra que el Ford y son los segundos más largos de mi vida.

Rey de ladronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora