Capítulo 20

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10 años antes. Florida

Apenas siento la planta de los pies de tanto andar hoy. Convencí a mamá y papá de que se fueran en coche a buscarles, mientras yo pateaba los comercios cercanos a casa. Les mentí, claro. Recorrí todo Cleveland de extremo a extremo, salí desde nuestra casa en Dalewood Street sobre las nueve de la mañana, y estoy en el límite con Solana casi catorce horas después. Nadie ha visto a ninguno de mis dos hermanos mayores, ni siquiera se los han cruzado por la calle. Froto las lágrimas resecas en mi rostro y parto de nuevo, rumbo a la comisaría, donde sin duda alguna se encontrarán mis padres, pidiéndo ayuda desconsoladamente mientras rezan porque no les haya ocurrido nada.

Lo último que me imaginé, después de encontrarme aquella nota de "felices 15" en mi escritorio, era que decidiesen desaparecer el día de mi cumpleaños. Siempre han estado metidos en líos, viviendo en su mundo de fantasías en busca de tesoros que aparecen en historias ficticias de internet, colándose en casas ajenas, robando coches, metiéndose en peleas callejeras... Agradezco que Martín les encontrara aquella noche de hacía meses y les acogiera bajo su protección. Los tres éramos conscientes de que no llevaba una buena vida, pero lo que nos paga es suficiente para ayudar a mamá y papá al menos, aunque no podamos decir de dónde sale ese dinero.

Camino lentamente por el arcén, sin prisa alguna por volver sabiendo que no van a estar en casa cuando llegue. Y efectivamente, cuando por fin llego, no hay nadie en casa. Mis padres se han quedado en el coche a dormir, frente a la comisaría para estar allí a primera hora mañana, y nadie les ha podido convencer de volver. El cansancio me pesa más que el hambre, y acabo tirándome sobre la cama de Evan mientras observo el póster de boxeo que tiene en la puerta del armario... y entonces lo veo. O mejor dicho, no lo veo. Me levanto de golpe, acercándome para rebuscar dentro del armario y miro hasta debajo de la cama, pero sus guantes de boxeo no están. ¿Y si es cosa de Martín? Anoche tuvieron que ir a una de las peleas por las que les paga tanto, pero... ¿volvieron después? Vuelvo a calzarme y salgo de casa medio corriendo, tengo que dar media vuelta para cerrar la puerta con llave de lo acelerada que funciona mi mente ahora mismo. Miro el reloj, son más de la una de la madrugada, hace frío y ni siquiera me he llevado una chaqueta, pero todo eso me da igual. Las dos horas de camino hasta Charlotte Harbor pasan demasiado lentas para mi tortura, sola en mitad de la noche con el único sonido de mis pensamientos retumbando una y otra vez, pensando el las barbaridades que Martín sería capaz de hacerles, en si seguirán allí, si habrán ganado la pelea de esta noche... Miles de escenarios se suceden a mi alrededor, cada cual peor que el anterior, pero debo mantener los pies en la tierra y la cabeza fría si no quiero desesperarme antes de haber llegado a mi destino siquiera. Me lleva un rato encontrar la calle donde vive Martín, ese cuchitril en el que hace todas las reuniones, alejado del viejo almacén abandonado donde celebra los combates, pero cuando por fin llego a Parmley Street, mis pies se mueven más despacio de forma instintiva, sabiendo que han llegado a una zona peligrosa para que una chica como yo vague sola a las tres de la madrugada. Me abrazo a mi misma y avanzo con cuidado, observando cada oscuro rincón hasta que consigo plantarme sana y salva ante la puerta descorchada de su base de operaciones, como él mismo lo llama. El timbre no funciona, como era de esperar, así que aporreo la puerta hasta que Martín se digna en abrirla, con el pelo platino revuelto y una expresión entre atontada y furiosa por haberle interrumpido.

— ¿Qué haces aquí, preciosa? —pregunta antes de bostezar, pasándose una mano por la alborotada melena.

—Sabes muy bien qué hago aquí. —Le reprendo.

—No están en Cleveland. —masculla y se da la vuelta, dejándome vía libre para seguirle.

—¿Cómo que no están...? —El "aquí" se ahoga en mi garganta cuando proceso lo que realmente ha dicho—. ¿No están en Cleveland?

Rey de ladronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora