Harry Potter y los FANFICS Malditos

Harry Potter y el dilema de la barba

Harry Potter se miró en el espejo y comenzó a considerar si una barba le haría ver más inteligente. Como siempre, se encontraba en la Biblioteca de Hogwarts, rodeado de libros, y sintió la necesidad de impresionar a los demás con su intelecto.

Sin embargo, antes de tomar una decisión, decidió pedir opiniones a sus amigos. Primero, se dirigió a Hermione, quien frunció el ceño y le dijo que no necesitaba una barba para parecer inteligente, ya que su inteligencia era obvia para todos.

Luego, le preguntó a Ron, quien no pudo contener su risa ante la idea. "¿Una barba? ¿Qué sigue, Harry, vas a empezar a usar lentes sin cristales?" dijo, divertido.

A pesar de las reacciones de sus amigos, Harry seguía considerando la idea. Pero entonces, mientras estaba sentado en el Gran Comedor, vio a Ginny entrar en la sala con un chico que no había visto antes. Harry sintió un atisbo de celos al ver que Ginny parecía estar disfrutando de la compañía del extraño.

Decidió que la mejor manera de llamar la atención de Ginny era con su nueva barba, así que se dejó crecer la barba de inmediato. Sin embargo, en lugar de impresionar a Ginny, su barba resultó ser un desastre. Era desordenada, desigual y parecía que tenía comida atrapada en ella.

Ginny no pudo contener la risa cuando lo vio. "Harry, creo que deberías afeitarte", dijo ella, sonriendo. "No necesitas una barba para impresionarme, eres genial tal como eres".

Harry se dio cuenta de que había sido tonto al preocuparse tanto por su apariencia y decidió afeitarse la barba inmediatamente. A partir de ese momento, se concentró en ser él mismo y en pasar tiempo con Ginny sin preocuparse por lo que los demás pudieran pensar.

Aunque la idea de la barba parecía tonta ahora, Harry aprendió una valiosa lección: que la verdadera inteligencia y la verdadera belleza vienen de adentro. Y que lo que realmente importa es ser uno mismo.