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Abrí mis ojos , ya había amanecido y un peso en mi cintura llamó mi atención , era un brazo y al ver que tenía tatuajes dorados de inmediato me di cuenta de a quién pertenecía.

Me di la vuelta y me encontré con su pecho desnudo, recuerdos de anoche pasaron por mi mente y sentí como el calor subía por mis mejillas. Alcé la mirada para ver su rostro, estaba relajado, dormido.

Aún dormido se dió la vuelta y siguió durmiendo. El corazón se me apretó, porque lo que iba a hacer iba a ser difícil.

Me levanté de la cama y me vestí rápidamente. Descubrí que Vincent tiene el sueño pesado ya que no se había ni inmutado cuando comencé a hacer mis maletas. Salí de la habitación y caminé en dirección a la pista de vuelo para salir de la isla. Yoru ya estaba ahí.

— Ya me dijeron— habló en cuanto me vió llegar. Su mirada se notaba triste.— Que te irás.— aclaró al ver que yo no decía nada.

—Si— le respondí.— Ya no quiero estar más aquí.

—Te voy a extrañar — dijo manteniéndose serio. Le sonreí de lado. — Y sabes que no seré el único — dijo volteando sus ojos. No respondí. Llegó un helicóptero y me ayudó a subir mis maletas.

—¿No subirás conmigo?— le pregunté y negó con la cabeza.

—Es parte del protocolo irnos solos cuando nos vamos de aquí, no podemos saber en dónde viven los demás. Buen viaje— dijo y sin dejarme decir nada se fue.

Las compuertas comenzaron a cerrarse y el motor de la helicóptero comenzó a funcionar.

—¡No!— gritaron fuertemente. Miré por la ventanilla. Chamber corría lo más rápido que podía pero ya era tarde, ya habíamos despegado. Lo último que vi fue a él arrodillado en el suelo mirando hacia arriba, como me estaba yendo. Un nudo en mi garganta se acrecentaba y un par de lagrimas rodaron por mis mejillas.

Una hora y media de viaje después ya estábamos llegando a la pista de aterrizaje.

Bajé mis maletas y luego me subí a un vehículo que me escoltaría hasta mi hogar.

Estaba ansiosa, extrañaba demasiado a mis padres.

En el camino no podía dejar de recordar a Chamber, la primera vez que lo vi, las veces que me encontró y las veces que volvía a escapar. Nuestro paseo en la playa, el picnic improvisado que hizo para ambos. Nuestro primer beso, hasta la noche en la que estuvimos juntos.

Algo dentro de mi me decía que esto no era lo que quería, pero que aún así debía hacerlo. Prefería extrañarlo un tiempo, que vivir una vida la cual nunca quise.

Sumida en mis pensamientos ni siquiera me di cuenta cuando llegamos. Suspiré y bajé del auto. Saqué mis maletas y observé mi casa.

Comencé a caminar hasta la entrada y toqué el timbre. Pude ver. Través de la mosquetera el rostro triste de mi madre y me sentí culpable por ello. Abrió la puerta con la vista abajo y al subirla hasta mi rostro de inmediato el suyo se iluminó.

—Mi amor— Dijo aliviada de verme. Me abrazó fuertemente como si tuviese miedo de que su hija volviera a irse.— Me tenías preocupada, tus cartas dejaron de llegar, ya no respondías tu teléfono. Creíamos que algo te había ocurrido— dijo con sus ojos cristalizados.

—Perdóname mamá — dije con un dolor en la garganta.

—Pasa, tu padre se alegrará bastante.— dijo mientras entraba mi maleta. Luego procedió a gritar el nombre de mi padre.

—¿Que pasa?— preguntó desganado saliendo de su oficina. Al verme parada en la entrada sus ojos de aguaron y corrió a abrazarme.— Mariah— dijo en un suspiro. Me conmovió bastante verlo en ese estado, nunca lo había visto así.— Mi pequeña, creíamos que te había pasado algo, nos imaginamos lo peor.

—Perdónenme— les respondí con mis ojos hechos cristal.— Espero puedan entender que no puedo explicarles en este momento el porqué de las cosas.

—No nos interesa eso ahora, nos interesa verte con vida— respondió él.— Y aquí estás, con vida. Nos basta con eso. — dijo acariciando mi cabeza.— Debes de estar cansada, sube a tu habitación, en una hora estará lista la cena. Aprovecha de descansar.

Le sonreí con los labios sellados y subí por las escaleras hasta llegar a mi habitación. Volví a impresionarme por el hecho de que la habitación que tenía allá era una réplica exacta de mi habitación real.

Miré la cama e inevitablemente lo recordé . Mi pecho se sintió pesado y la garganta me dolía. Pero no quería llorar. Estar aquí era lo que quería, aunque significase no volver a verlo. En 5 días más yo desaparecería de su vida oficialmente.

Amour (Chamber y tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora