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Cuando el bonito doncel escuchó los pasos de su marido aproximándose a la habitación, sonriendo con malicia por la loca idea que acababa de ocurrirsele en su tenaz cabecita, se puso a ejercitar sus piernas para según dizque mantenerlas en forma.

— Y uno, y dos… Y uno, y dos — Contaba el doncel, balanceando sus piernas en el aire y luego las flexionaba. Y de nuevo hacía la repetición, pero ahora moviendo sus piernas como si estuviera manejando una bicicleta. — Eso nenas… Ustedes pueden — Según él animaba a sus piernas, para que no se rindieran fácilmente con el ejercicio.

Hyun Joong se quedó parado en el umbral de la puerta, observando con ojos ávidos de gavilán carroñero al hermoso doncel como su presa más deseada mientras lo oía contar con esa linda voz angelical y dulce que tiene, maldita sea, esas hermosas piernas deberían de estar extrangulando su fornida cintura.

Tan blancas, tan largas y carnuditas. Lo que daría por morderlas y besarlas. Sus labios comenzaron a hormiguear con aturdimiento queriendo obedecer a sus deseos mundanos, satisfacerse hasta quedarse sin energías.

Y lo que más le llamaba la atención, era ver que cada vez que el bonito doncel elevaba sus piernas al aire junto con ellas se alzaba el camisón de seda que llevaba puesto, dándole una magnífica vista de sus atributos escondidos debajo de esa tela de seda.

Benditas sean las manos que fabricaron ese pedazo de tela, y la unieron para crear una magnífica prenda sensual que le había provocado varios orgasmos y erecciones.

El hermoso doncel estaba con los ojos cerrados, el ceño fruncido y sus pequeños labios rojos e hinchados entreabiertos contando los números, muy concentrado en lo que estaba haciendo e ignorando lo que ocurría a su alrededor y de unos ojos hambrientos que lo miraban como la última coca-cola del desierto. Hyun Joong tragó saliva grueso con la imagen sensual y provocativa que tenía del menor frente a él, pues este llevaba puesto una ropa interior de encajes e hilos de color rojo vino.

Sintió sus piernas flaquear y su fuerza de voluntad irse por un tubo, no sabría decir con exactitud como es que aún seguía con vida después de los coqueteos e insinuaciones descaradas que le hacía el hermoso doncel, no sé cómo podía resistirse tanto para no caer ante la tentación y terminar proclamándolo como suyo.

Tosió despacio para llamar su atención, Young Saeng abrió los ojos y lo miró con fingida sorpresa mientras le regalaba una de sus bonitas sonrisas inocentes de hoyuelos.

— Oh… Ya estás aquí — El bonito doncel mentirosillo bajó las piernas y luego se sentó en la cama de edredones que había hecho para él, cruzando sus piernas en forma de indio. — Creí que ibas a tardar… Más… Por tu problemita— Mencionó dándole una mirada rápida a la entrepierna de Hyun Joong.

— Tengo absoluto control sobre mi cuerpo — Anunció Hyun Joong algo incómodo por la conversación fuera de lugar que estaba teniendo con el bonito chico. — ¿Tu pie ya está mejor? — Decidió cambiar intencionalmente el tema de conversación porque estaba resultando demasiado bochornoso para él, pues no era algo del que debería sentirse orgulloso. Había tenido unas malditas erecciones frente al chico que se parecía mucho a Young Saeng.

— Si… Ya está mejor mi pie. — Respondió todo inocente enseñándole su pie lastimado con vendas a Hyun Joong. — Le puse vendaje para que me ayude a caminar.  — Mencionó feliz, mirando a Hyun Joong que caminaba acercándose a él.

Hyun Joong se sentó a lado del doncel, y se quedó observándolo fijamente a los ojos con expresión seria y estrambótica.

— ¿Que le sucede? — Rezongo el doncel cuando fue tumbado de repente sobre los edredones con un Hyun Joong encima de él.

PÉTALOS CAÍDOS | | HYUNSAENG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora