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— Hyunnie, despierta~

El suave susurro de una voz en su oído, lo hicieron despertar de su profundo sueño, incorporándose de inmediato se sentó sobre la cama para apreciar mejor a la presencia misteriosa que lo venía a visitar todos los días en estos tres últimos años, y sonrió emocionado al verlo ahí sentado frente a él en forma de indio con una hermosa sonrisa de ensueño adornando sus pequeños labios rojos, sus bellos ojitos negros tan penetrantes como la noche solo lo miraban fijamente a él con dulzura.

Su largo cabello castaño y sedoso, caían sobre sus hombros de una forma tan delicada y femenina como una sensual cascada seduciendo a las rocas que lo hacían ver cómo un ser divino. Su atuendo más blanco que la nieve y su aura pura resplandecía en medio de la penumbra haciéndole resaltar aun más su etérea e inmaculada belleza.

El ser misterioso le volvió a enseñar una de sus tantas sonrisas de ensueños que lo dejaron flotando por las nubes.

— Estás aquí de nuevo. — Le dijo él con una encantadora sonrisa, y cuando intentó tomar su rostro entre sus manos para acariciarlo, no pudo, sus manos traspasaron el cuerpo del otro individuo a la vez que sentía un escalofrío raro recorrerle todo el cuerpo.

Una lágrima descendió por la mejilla de Hyun Joong, al recordar que no podía tocarlo ni acariciarlo, sólo mirarlo.

— ¿Porque estás llorando? — Le preguntó él, mientras le sonreía.

— No es nada. — Retiro sus lágrimas, y se levantó de la cama.

La presencia le siguió hasta la ducha, pero lo ignoró porque sabía perfectamente que no lo veía. La presencia no poseía un cuerpo ni mucho menos alma, una vez intentó reflejarlo en el espejo pero este simplemente desapareció.

A los pocos minutos salió de la ducha bien bañado y perfumado, y lo encontró sentado en el borde de la cama con una expresión dulce y risueña, jamás lo veía triste o dolido.

Siempre le sonreía.

"Hubiera querido verte así cuando estabas vivo... Ahora de muerto sólo me sonríes" Pensó él mientras sacaba una camisa blanca de su clóset y se lo ponía a una rapidez impresionante.

La presencia angelical sólo le observaba en silencio mientras le seguía con la mirada cada uno de sus movimientos con curiosidad e inocencia, a la vez que balanceada los piecitos de adelante hacia atrás en un jugueteo nervioso y travieso.

— Deberías odiarme Young Saeng, si yo fui malo contigo y quien apagó tu bonita sonrisa de hoyuelos. — Le dijo a la bonita presencia que lo venía acompañando desde hace tres años.

El chico sólo ladeó la cabeza confundido, pues no entendió a lo que se refería el hombre con su comentario.

Sin darse cuenta, en un abrir y cerrar de ojos habían pasado tres años, y en todo este tiempo había tratado de enmendar las cosas, rectificar sus errores y ser una buena persona, pero si no fuera porque el fantasma de Young Saeng lo perseguía hasta en sueños, no podía olvidar todo lo ocurrido en el pasado. Y aunque terminó su relación con la odiosa y fastidiosa de Jung SoMin que sólo lo quería por su dinero, los remordimientos seguían allí, vivos, latentes, punzando, como una herida abierta que no ha sido cicatrizado.

Sin embargo su rectitud y buena determinación por cambiar, no convencieron para nada a Hyung Jun, el doncel lo seguía odiando por sus antecedentes que lo incriminaban como el peor de los esposos. Jung Min rara vez le hablaba, y si lo hacía era sólo para hablar de trabajo. Por todas las estupideces que hizo, perdió a un buen amigo que lo quería de verdad.

PÉTALOS CAÍDOS | | HYUNSAENG Donde viven las historias. Descúbrelo ahora