Lindsey
El castañeo en mis dientes llega al instante de verme por todos los canales internacionales de noticias. Mi nombre luego y hablan hasta de mí, estoy realmente jodida, ni siquiera me fijé que rayos decía el contrato por ende sé que papá me va a dar tremenda reprimida.
Ellos aún están en el camping, mis primas con ellos, me fui sin decirles nada a nadie. Y ahora esto ya es la pólvora que necesitaba para que mi vida explotara.
—¿Estás bien? —inquiere Vero y desvío mi vista del televisor para ponerla en su rostro.
Solo miro sus labios moverse preguntándome algo que no logro escuchar, no logro captar lo que dice debido a mi aturdimiento, siento unas horribles ganas de vomitar. Corro cuando siento el líquido subiendo por mi garganta.
Hinco mis rodillas en el mármol del baño, descargo todo lo que tenía en mi estómago en el inodoro.
¡Diosss!
Y no solo una arqueada, sino hasta tres, cuando ya no me quedan más bilis que vomitar me pongo de pie. Mi mejor amiga está recostada en el marco de la puerta, su rostro denota preocupación.
—¡Estás más pálida que un trozo de papel! —chilla.
Los mareos no cesan pero me siento un tin mejor al vomitar. Salgo a la saleta y me siento en el sofá blano. Recuesto mi cabeza en el espaldar y cierro mis ojos. Papá me va a matar si tiene que darle millones a ese estúpido falsante.
Me remuevo inquieta viendo desde el sofá por las grandes ventanas el auto de mis padres.
¡Joder!
Papá se baja con un semblante cabreado y furioso, mi madre lo hace unos segundos después de la misma forma que él. Despotrican hasta la entrada, los ojos del hombre que me dio la vida me fulminan muy pero muy fríamente.
—¿Por qué mierda me llaman los abogados diciéndome de un contrato que firmaste? —grita helándonos a Vero y a mí—. Un contrato de siete millones por romper una sola de las cláusulas.
Lo escucho tiesa en mi lugar, las palabras no me salen. Mi padre tiene ese dinero y más, pero odia que siempre esté tirando todo por la borda. Ya que a mi mente viene el recuerdo de un pobre mendigo tirando en una de las calles de la gran manzana, con su pequeña en brazos, sucios y apestosos.
Aquello me llegó tan profundo que les regalé el Audi que me regaló mi progenitor por mi graduación, no solo el auto sino también todo lo que tenía de valor encima.
A él no le hizo una pizca de gracia porque según él, luchó muchísimo para tener todo lo que tenemos hoy. Por eso y otras "pequeñas cosillas" me cataloga de derrochadora.
—Papá lo que suce...
Mi madre llega y se para a su lado cuadrando sus brazos en jarras, sus cejas arrugadas de la molestia y viéndome con cara de muy pocos amigos. Su floreado vestido le da un toque muy juvenil, a pesar de tener ya cuarenta y tres.
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Eres Irreal
Science FictionDiría que he vivido pero es mentira, mi mente ha vivido. Ella ha disfrutado recreándose en una vaga ilusión que se hizo cada vez más y más fuerte. Me advertían de los peligros de usarlo... pero.. ¿Acaso quién no lo hubiese hecho en mi lugar? Estab...