Diría que he vivido pero es mentira, mi mente ha vivido. Ella ha disfrutado recreándose en una vaga ilusión que se hizo cada vez más y más fuerte. Me advertían de los peligros de usarlo... pero..
¿Acaso quién no lo hubiese hecho en mi lugar?
Estab...
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Lindsey
Dentro de la camioneta de vuelta a la casa, todos se sonríen de soslayo por lo que sucedió, Warren no deja de mirarme con fijeza, mientras yo estoy removiéndome incómoda en el asiento. Y no sé, algo me dice que metí la pata, la mano, la cara y todo junto.
Llegamos y es de noche ya. Subo directo a la habitación que elegí y me encierro en mi mundo, o sea en los libros del exámen. Así pasan las horas y las horas, me detengo de golpe cuando mi estómago suelta un sonoro rugido.
¿Desde cuando no como nada?
Dejo los libros a un lado y me pongo de pie, ando con unos pantalones cortos de pijama y una blusa fresca, estoy literalmente sudado del calor que siento. Odio este estado, nunca más podré un pie en el.
Abro la nevera y tomo un pote de helado al parecer de maní, y unas galletas de chocolate. La puerta principal se abre dando paso a todos los chicos del grupo. Pensaba que estaban en la casa, pero al parecer salieron de juerga.
Todos suben directo a sus habitaciones y me pregunto dónde estará el rubio. Justo ahora lo veo entrar con una chica sosteniéndolo. Ni siquiera puede dar un paso sin irse para un lado.
¿Cómo llegó a ese punto? Creo que lo mejor será preguntarme ¿qué lo llevó a ese punto?
La ropa de la chica está toda hecha un desastre y su maquillaje igual. Lo deja en uno de los grandes sofá. Se endereza aún sin poder verme porque estoy en la oscuridad, arregla su ropa y su cabello revuelto y sale fuera.
Doy media vuelta para volverme a mi habitación, pero el sonido de un cuerpo impactando en el piso, me hace girarme en dirección contraria.
¡Maldita sea!
Llego y lo veo, al instante las luces se encienden por el movimiento. Su cabello rubio hecho una coleta despeinada sobre su cabeza, su camisa desabrochada casi completamente y el cinturón de sus vaqueros igual. Creo que lo único que tiene bien puesto son las botas.
Su mirada está perdida mirándo un punto fijo en la pared. Me inclino hasta él para ayudarlo a ponerse de pie, y me mira ahora.
—Esp.. juelit.. os —tartamdea con dificultad al llamarme.
Río irónica por el seudónimo que me nombró, aún estando inconsciente me dice así. Agarro sus hombros y con su misma fuerza, logra ponerse de pie. Pero tengo que apretarlo, porque se va a los lados sin equilibro. Como puedo con el tobillo camino hasta que él me indica la habitación en la que se queda.
Al entrar lo lanzo en la cama y cae como si de un saco de patatas se tratase. Prendo una de las lámparas y es que noto que toda su camisa está embarrada de algún tipo de líquido rojo. Si se queda con ella así amanecerá toda la cama sucia.
Yo y mis instintos de pulcredad, junto a mi psicosis de ordenarlo todo, hace que me sienta a su lado en la cama, y termine de desabrochar los botones que faltan. Él está con los ojos cerrados casi inconsciente al parecer. Logro quitar la camisa de su cuerpo con muchísimo trabajo, y veo de cerca sus tatuajes.