5. Muerto

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5. Muerto


Tal y como estaban las cosas, estaba claro que el Maestro no iba a reparar en peligrosos colaboradores. No cesaban de aparecer demonios y vampiros. Les estaban haciendo sudar la gota gorda, en especial al rubio cazador.


En cuanto a Zoro, pasó unos días sumido en una profunda tristeza, sin salir de su casa. Revivía una y otra vez la muerte de Sanji, y como, al igual que hace cuatrocientos años, no había sido capaz de impedirla. A pesar de que tenía claro que aquello fue la jugarreta de un demonio, no podía dejar de torturarse con la culpabilidad.


Necesitaba desahogarse. Confiar en alguna persona a la que relatar la trágica historia de su pasado y con la que contar para proteger aún más al rubio. Por lo tanto, debía ser alguien cercano a él.


Sabía que ella era una de las últimas personas en abandonar el instituto. A altas horas de la noche, tras haber estado todo el día sumida en libros.


La pilló saliendo por la puerta trasera, cerrándola con llave, antes de ir directa a su coche.


-Robin.


-¡Uaaaa!-la mujer se sobresaltó. Había sido demasiado silencioso.


-Lo siento...¿podemos hablar?-el vampiro parecía inquieto.


-¿Te importaría que fuera mañana?, estoy deseando llegar a casa y darme una ducha-los verdes ojos permanecían fijos en ella, suplicantes-esta bien...ven conmigo, hablaremos allí.


El trayecto en coche fue algo incómodo, porque ninguno sabía muy bien qué decir. No obstante, en sus años de estudio para ser una buena vigilante, Robin jamás creyó que estaría en una situación similar con un vampiro. Uno al lado del otro, como dos personas normales y corrientes, y mucho menos que lo llevaría a su casa, como si tal cosa.


La morena residía en una tranquila urbanización. En una vivienda de dos plantas, decorada con un toque tradicional, en el que los libros eran una parte más del mobiliario.


-Pasa-dejó el bolso encima del sofá, y entró en la cocina para prepararse un té caliente. Algo le decía que lo iba a necesitar. Dejó la tetera al fuego y volvió al salón, donde el vampiro estaba de pie, inmóvil.


-Siéntate-ella hizo lo propio y Zoro ocupó una butaca frente a la suya.


-Quería contarle una cosa, sobre mi pasado-la chica lo observaba con creciente interés-antes de llegar a Going Merry, yo ya conocía a Sanji. Vivía soñando con el momento en el que lo volvería a ver, porque hace cuatrocientos años, él se convirtió en el amor de mi vida.


La tetera empezó a silbar, y la mujer refunfuñó al levantarse para quitarla del fuego.


Volvió al cabo de unos minutos, con una taza humeante en las manos, para ocupar de nuevo el mismo asiento. En completo silencio.


La eternidad para encontrarte (ZoSan-ZoroxSanji//Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora