La eternidad para encontrarte (ZoSan-ZoroxSanji//Yaoi)

25. Regalo

25. Regalo

-Esta casa se nos ha quedado pequeña-comentó Sanji caminando de forma lenta hacia la cama. Ya la barriguita le había crecido bastante, y le dificultaba moverse con soltura.

-Podemos irnos a otra donde vivir los tres, pero sigues queriendo compartir techo con tus amigos-dijo Zoro esperándole junto a la cama para ayudarle a tumbarse.

-Ellos nos ayudan con las visiones y todo lo demás. Simplemente, necesitamos un dormitorio para el bebé. Una casa con un cuarto más. O eso, o dormir con el niño hasta que vaya a la universidad-dijo tomando asiento sobre el colchón y soltando un suspiro de satisfacción.

-Tengo una idea al respecto...aunque quizás no te guste-dijo Zoro acomodando varios almohadones a su espalda, para que estuviera más cómodo.

-Seguro que me gusta. ¿Qué has pensado? ¿Echar a Ace y que el bebé duerma en el sótano?...Bueno, esa no es muy buena idea...

-Estaba pensando en mudarnos a la mansión abandonada que ocupó Mihawk cuando estuvo en la ciudad. Es bastante grande, aunque necesita reformas. Muchas reformas, pero quizás por su estado, nos sea posible mudarnos allí por un módico precio. Seguramente haya dormitorios para todos, incluyendo nuestro bebé. Y podríamos llevarnos también nuestros muebles.

Sanji le miró, atónito. -Es muy buena idea. Excelente, de hecho. ¿Crees que podríamos mudarnos y tener una habitación decente para el bebé antes de que nazca?-preguntó realmente ilusionado.

-Si todos nos ponemos manos a la obra, seguro.

Y Zoro acertó. Al parecer, la mansión pertenecía al banco desde hace tiempo por falta de pagos de su anterior dueño. Robin, amablemente, se ocupó de hablar con ellos y resolver el papeleo del ayuntamiento. Luffy, Nami, Vivi y Ace se apuntaron a las reformas bastante animados y en poco más de un mes, ya la mansión estaba lista para ser habitada.

Todavía hacían falta muchas cosas en ese entonces. Algunas zonas de la mansión se caían a pedazos, pero las habitaciones importantes ya estaban habilitadas y seguras para lo que necesitaban. Principalmente la del bebé, en la que todos sus amigos, Zoro y él mismo se habían esmerado en demasía.

Tan metidos estaban en el asunto de la mudanza y el bebé, que lo que pasó cierta noche les pilló totalmente por sorpresa.

Alguien llamó al timbre, y Ace, que casualmente estaba a punto de salir por la puerta, fue el encargado de abrir. Al hacerlo, le recibió un fuerte puñetazo en la cara. Puñetazo que no dudó en devolver.

–Buen puñetazo... –comentó el vampiro tocándose la adolorida mandíbula. Cosa que también hacía el otro chico que tenía enfrente. –A ver si acierto. Pantalones vaqueros, abrigo largo, ojos grises, tatuajes...y un aura de resplandor. Debes de ser Law.

–¿Soy famoso? –preguntó no sin cierta ilusión en el tono.

–Creí que estabas en coma –aclaró Ace.

–Lo estuve, sí. Y creí que ésta era la casa de Sanji Vinsmoke, no de un chupasangre que...

–Ahora soy de los buenos –Ace acompañó sus palabras levantando las palmas de las manos, como si le estuvieran atracando.

–Por favor, ¿te crees que soy idiota?

–Pues sí.

–¿Law? –. Tras Ace apareció Nami, y pocos segundos después, Vivi. Las chicas entonces miraron al vampiro. –¿Estás bien, Ace?

–Sí.

El cazavampiros moreno no pudo evitar una mueca de absoluta sorpresa.

–¿Eres amiga de este vampiro? ¿Te has vuelto una chica mala, N?