𝐎𝐜𝐭𝐚𝐯𝐨

82 6 9
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Si esa mañana alguien le hubiera dicho a Kodai Tatta que en unas horas más se vería arrojado a una dimensión paralela del Tokio que conocía y que, además, en ella se toparía con la chica que aparecía en la portada de la revista de chismes que acababa de comprar, definitivamente no se creería lo segundo.

Su mirada lo perforó como una flecha, intensa y feroz. Sus ojos verdes, por lo general luminosos y llenos de vida, reflejaban ahora una profunda rabia que contrastaba por completo con la fragilidad que proyectaba su temblorosa y pequeña figura. Tal vez por eso no la reconoció hasta que ella le dijo su nombre, tal vez por eso no supo identificar la ardiente necesidad de protegerla que lo embargó desde el primer momento hasta que ella se derrumbó en sus brazos y el insalvable abismo que los movía en esferas sociales diferentes desapareció.

Por eso, en cuanto terminó el juego, salió corriendo a buscarla.

Llegó de nuevo al elevador, pero al hallarlo vacío se le ocurrió que tal vez estaría en la zona segura, así que subió hasta el apartamento 406 y entró justo cuando las luces se apagaron. En la penumbra distinguió a una menuda figura de chaqueta blanca que hurgaba en los bolsillos de lo que parecía la cosa que había estado a punto de dejarlo como coladera.

—¿Está muerta? —la pregunta se le escapó mucho antes de pensarla.

El peliblanco apenas le echó un vistazo sobre su hombro y siguió esculcando.

—¿Después de que le explotara el cuello y su cabeza terminara por allá? Yo creo que sí, aunque de todos modos deberías mantener tu distancia, no vaya a ser que se le ocurra despertar —respondió con ese tonito prepotente que no alcanzaba a ser lo suficientemente grosero como para reclamarle, pero que tampoco pasaba desapercibido.

Las mejillas de Tatta se tornaron de un rojo casi tan escandaloso como el que cubría las paredes de la habitación.

—Como sea, ¿no has visto a una chica con una herida en el estómago?

—Uhm... ¿una chica herida en el estómago? Sí, me parece que vi los restos de una en el piso de abajo —se puso de pie y guardó lo que sea que le haya quitado al cadáver en el bolsillo de su pantalón.

—No, no lo entiendes. Ella está viva —insistió.

—Pues yo la vi bastante muerta, pero si quieres ir a revisar, adelante —el hombre le sonrió tranquilo y le pasó por un lado antes de desaparecer por la puerta.

—Mierda —masculló el joven y salió al corredor, donde la angustia en su pecho se puso más pesada que nunca.

No lograría hallarla a tiempo, el lugar era enorme y le tomaría al menos una hora barrerlo de arriba a abajo, eso siempre y cuando ella aún estuviera ahí. Tara bien pudo haberse marchado cuando terminó el juego y encontrarse ahora muy lejos, de nuevo sola y a merced de otro ataque como el que le había mencionado al inicio del juego.

฿ØⱤĐɆⱤⱠ₳₦ĐDonde viven las historias. Descúbrelo ahora