—Regresaré en la madrugada, después de los juegos. No salgas ni hables con nadie.
Niragi cerró la puerta y solté la respiración que estaba conteniendo. Me abracé a mí misma y me permití dar una vuelta por el diminuto mundo que era su habitación.
La cama estaba deshecha y había botellas de alcohol allá por donde mirara; las colillas de cigarro cubrían el pequeño buró junto a la cama y, por la capa de polvo que se adhería a las cortinas, intuí que estas nunca habían sido abiertas... o al menos no desde que Niragi ocupaba la habitación. El aire olía a cigarro y había ropa que sobresalía por debajo de la cama.
—Ocho años y aún intentas ocultar tus desastres debajo de la cama, Suguru —le murmuré al silencio.
Eché un vistazo dentro del armario que había junto al baño. No buscaba nada en específico, pero de todos modos me sentí decepcionada cuando sólo hallé una sudadera blanca arrugada en el fondo.
Di un par de vueltas más por el lugar y cuando acepté que Niragi no era tan estúpido como para dejar algo que pudiera usar en su contra, entré al baño.
Y el espejo me recibió con el reflejo de alguien que no reconocí.
Mi cabello negro estaba ahí, enmarañado y terriblemente sucio, pero ahí estaba al igual que los ojos verdes. La forma de mis labios y los rasgos de mi rostro se mantenían, aunque más angulosos debido a la falta de alimento.
Pero no podía reconocerme.
No sabía quién era la figura miserable que me devolvía la mirada.
Mi respiración falló y sentí que la ropa me ahogaba a pesar de que sólo llevaba encima el sostén. Supuse que en algún punto entre el juego en los departamentos y mi despertar en la morgue había perdido la chaqueta de Naoto y mi blusa. Aun así, arranqué las prendas que me quedaban hasta que estuve desnuda y jadeante frente al espejo.
Las costillas parecían a punto de atravesarme la piel; los huesos de la cadera lucían enormes hematomas y mi cuello estaba marcado por los dedos de Niragi. Mis labios estaban resecos e hinchados, además de que tenía unas enormes ojeras violáceas.
No sé cuánto tiempo me llevó estabilizarme y volver a respirar sin tener un acceso de tos, pero al hacerlo noté que la herida en mi abdomen medía más o menos cinco centímetros y que llevaba una sutura demasiado cuidadosa.
Sentí el picor de las lágrimas en el borde de los ojos, pero ya no me quedaba ninguna por derramar.
Alguien me había sacado de los departamentos y traído a este lugar para ponerme en un estado de supervivencia que ahora no sabía cómo afrontar.
Además de que estaba Niragi.
Niragi.
El cabrón al que no pensé volver a ver en mi maldita vida estaba en esta pesadilla conmigo.
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FanficYa sabía de primera mano que Niragi era malditamente atractivo. Sin embargo, tenerlo así de cerca, con su perfil iluminado por la luna y sumido en una extraña paz, me arrancó el aliento por primera vez. -Ya deja de mirarme así -habló sin abrir los o...