Caos.
Eso era lo único que había en aquel momento.
Caos en su más puro estado.
Apreté las piernas contra mi pecho cuando varios disparos pasaron zumbando frente a mí. Supuse que sólo sería cuestión de tiempo (y de suerte) para que alguna bala le diera al escritorio en el que me refugiaba.
Llevaba hecha un ovillo más de diez minutos, los gritos y el olor a quemado inundaba el conjunto de oficinas ejecutivas. No recordaba el nombre del juego, pero sí que era un seis de tréboles... y que Niragi me había abofeteado cuando entré en pánico y dejé de respirar. Con la punta de los dedos tanteé mi mejilla derecha para sentir la hinchazón punzante que la mano del japonés había dejado.
La verdad es que estaba completamente perdida en el asunto de mantener controlado a Niragi, es decir, el hombre no era un perro al que pudiera ponerle una correa o encerrarlo en una jaula con un letrero que dijera: "Peligro. No se acerque por más atractivo que le parezca". Y tampoco podía negociar con él o hablar sin que perdiera los estribos.
El reloj en la cima de la puerta descontó un minuto más, pero entre toda la confusión y el pánico, nadie pareció notarlo.
El juego era simple: salir del edificio antes que los otros equipos. Las reglas: sin excepciones de ningún tipo, todo el equipo debía salir antes de que se terminara el tiempo para considerarse ganador.
Mi equipo, conformado por tres militares sin nombre y Niragi, ya había bajado catorce pisos cuando nos encontramos de frente con otro equipo armado... y los restos de los demás jugadores. Al parecer, la regla para ese equipo había sido "no permitas que nadie salga del edificio", por lo que los disparos no se habían hecho esperar y en un parpadeo Niragi ya me había arrojado debajo del escritorio en el que estaba escondida ahora.
Nos faltaba un puto piso para salir de aquí.
Sin interesarme que pudieran volarme la cabeza, me asomé para revisar el escenario de batalla y no me sorprendió notar que la mayor parte del equipo que nos había acorralado ya estaba muerta o agonizando en el suelo. Tampoco me removió ver que un militar de mi equipo estaba muerto a escasos dos metros de mí y que otro más se veía herido mientras desperdiciaba balas tirándole a la nada.
Una sensación parecida a la resignación flotó por mi cabeza y casi con alivio di el juego por perdido. Casi.
"Chishiya trajo a un parásito contigo; uno de gorra azul que sólo acepté dejar con vida porque dijo que era mecánico y lo necesitábamos en ese momento". Recordé las palabras del Sombrerero y pensé en el chico de los departamentos que el peliblanco había arrastrado a este maldito lugar.
El reloj diluyó otro minuto y comenzó a comerse los últimos diez.
No me interesaba vivir, no me interesaba siquiera regresar al mundo real porque ahí no me quedaba nada. Todo lo bueno y puro que alguna vez tuve, me lo robaron en este infierno. Sin embargo, aunque después de mucho tiempo por fin era dueña de mi vida y de mis decisiones, no toleraba la idea de que por egoísta alguien más cargara con el peso de mis acciones.
"Pobre pajarito, dio sus alas por ti y tú ni siquiera lo recuerdas"
Yo tenía que... No, yo debía volver al hotel, tal vez idear un plan de escape y sacar a ese chico cuyo único error había sido ser amable conmigo.
Pero para eso, primero debía sobrevivir a este jodido juego.
Salí de mi pequeño refugio y avancé a gatas de vuelta al pasillo que conducía a las escaleras. Si la regla de que todo el equipo debía salir para considerarse ganador era tal y como la estaba pensando, tenía que encontrar primero a Niragi para que sacáramos al militar muerto y al herido.
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FanfikceYa sabía de primera mano que Niragi era malditamente atractivo. Sin embargo, tenerlo así de cerca, con su perfil iluminado por la luna y sumido en una extraña paz, me arrancó el aliento por primera vez. -Ya deja de mirarme así -habló sin abrir los o...