Encerrada en el baño del restaurante, sentí que el aire se me escapaba de los pulmones. Mis manos temblaban, el corazón me latía desbocado y las lágrimas inundaron mis ojos mientras me aferraba al lavamanos.
Comprometida. Comprometida.
La palabra me taladraba una y otra vez la cabeza sin que llegara a comprenderla del todo.
¿Comprometida o mejor dicho vendida?
El gran Murakami Keita había decidido mi destino, otra vez.
Alguien llamó a la puerta, pero no respondí.
Adachi Phelps... ni siquiera lo conocía de vista y ahora iba a casarme con él. A tener hijos con él. A pasar mi vida con él.
El pánico me envolvía, las paredes se cerraban a mi alrededor. Intenté respirar, pero el aire era escaso. El miedo me paralizaba y sentía el peso de las expectativas aplastándome junto con la sensación de perder el control sobre mi vida.
En silencio me pregunté si alguna vez encontraría ese valor para vivir del que me hablaba Naoto, pero, en ese momento, la única respuesta que obtuve fue el eco de mis sollozos y la fría soledad del azulejo.
Hasta que entró él.
—El viejo bastardo quiere saber por qué tardas tan... Mierda, amor —exclamó Naoto con preocupación al mismo tiempo que cerraba la puerta con seguro y se apresuraba a tomarme entre sus brazos.
Me fijé en sus ojos oscuros y, aunque en ellos se reflejaban esa determinación y ternura que tanto amaba, yo sabía que en el fondo (y bien oculta) estaba la misma rabia que yo sentía, el mismo terror, el mismo amor y la misma impotencia.
Naoto me sostuvo con fuerza y oculté mi rostro en su pecho sin importarme las lágrimas o marcas de maquillaje que pudiera dejar en su camisa.
—Tranquila, mi amor, aquí estoy y no iré a ningún lado. Respira conmigo, princesa —susurró, guiando mi respiración agitada. Sus manos acariciaron mi espalda, transmitiéndome seguridad entre todo el caos que era y, con cada latido de su corazón contra el mío, sentí que mi ansiedad disminuía—. No enfrentarás esto sola, juntos encontraremos una salida, te lo prometo. No dejaré que te lastimen.
Su voz hizo olas en mi interior y me hundí en ellas hasta que, lentamente, mis sollozos se calmaron y mi respiración se estabilizó.
—Te amo —me limité a murmurar a pesar de que yo también quería decirle que iba a protegerlo con todo lo que tenía y que lucharía hasta mi último aliento por esa libertad que nos merecíamos.
Él era mi fuerza en la oscuridad.
Nao dejó un beso sobre mis labios y se dispuso a limpiar los restos de mi llanto a la vez que se quejaba de lo espantosa que era la música del restaurante para hacerme reír.
Al siguiente día me hablaría del plan que empezaba a maquinar para escapar de Japón. Me diría que mi cumpleaños era la fecha perfecta para hacerlo y luego compraría a escondidas los boletos de avión con un mes de anticipación.
Dos noches antes empacaríamos sólo lo esencial, lo meteríamos en el auto y el día de mi cumpleaños número 22, en lugar de dirigirnos al pent-house de mi prometido para celebrar, iríamos al aeropuerto.
Sólo que a Nao se le ocurriría tomar la ruta corta por Shibuya y por supuesto que no teníamos ni la menor idea de que los fuegos artificiales aparecerían en el cielo ese día.
Justo en ese momento.
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FanfictionYa sabía de primera mano que Niragi era malditamente atractivo. Sin embargo, tenerlo así de cerca, con su perfil iluminado por la luna y sumido en una extraña paz, me arrancó el aliento por primera vez. -Ya deja de mirarme así -habló sin abrir los o...