algo contigo|| kevin alvarez

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Había sido la mejor amiga de Kevin Álvarez desde que llegó a las fuerzas básicas del Pachuca cuando era un niño. Mi hermano mayor formaba parte de ellos también, y cuando decidió juntar al colimense que llegó solo a esta nueva ciudad comenzamos a hacer clic demasiado rápido.

Pasaron los años, cada día nuestra amistad de fortalecía cada vez más. Todo comenzó cuando nos presentaron por primera vez.

Por alguna razón, nuestro primer encuentro fue algo no muy agradable.

Y ella es mi hermana. Hermanita, el es Kevin.— mi hermano mayor me presento con un niño más alto que yo.

Sin poder evitarlo mis ojos lo repasaron por completo. Era más alto que yo, flaco y con un cabello gracioso peinado hacia arriba. Pero, me parecía muy atractivo.

Iba a extender mi mano hacia el en forma de saludo, pero, el niño hizo como una mueca de desagrado y se dirigió a mi hermano.

—Bueno, te espero allá Efra.—y sin más salió corriendo hacia las canchas.

Mi hermano solo hizo un gesto de disculpa y salió tras de su nuevo amigo dejándome a mi atrás muy confundía.

Y eso duró varios días, por más que intentaba mejorar mi relación con el, se veía totalmente seguro de que no necesitaba mi amistad, es más, eran contadas las palabras que habíamos cruzado desde que nos conocíamos.

¿Era acaso por mi?

No lo sabía, lo único de lo que estaba segura era de que yo quería ser su amiga, de verdad.

Hasta que llegó ese día, el día que abrió su corazón a mi sin querer y vio que podría existir un nosotros. Un el y yo. Una amistad tan hermosa que duraría por años, existiría por toda nuestras vidas.

—Efra, ya no es gracioso, ya ven.—gritaba por mi hermano que había decidido jugarme una broma y esconderse de mi, sabiendo lo mucho que me aterraba la oscuridad y la soledad.—Ya sal de donde estés...

Seguí caminando a tientas, hasta que escuché algo extraño.

Camine hacia donde escuchaba ese sonido que cada vez se hacía más fuertes y claro, era un llanto con sollozos.

—¿pero que....—no termine de decir cuando tropecé con mis pies y caí al suelo raspando mis rodillas y manos.

El ardor comenzó a llegar a mi cuerpo y chillaría de dolor si no fuera por lo que tenía frente a mi.

Kevin estaba sentado en el piso, echo bolita llorando a más no poder.

—Kevin.—lo llame haciendo que levantara el rostro y me viera.

Rápidamente quito sus lágrimas que caían por sus mejillas e intentó pararse.

—Kevin, ¿que tienes?.—gatee hacia el ignorando el agudo dolor de mis rodillas.

—Vete de aquí.—murmuro.

—¿Por qué estás llorando?.—pregunté suavemente acercándome hasta quedar sentada a su lado.

Kevin se mantuvo en silencio unos segundos hasta que decidió hablar.

—Extraño a mi familia. Me quiero ir—y otro sollozo salió de su boca.

Mi corazoncito de niña de 9 años se apachurro y no pude evitar abrazarlo con fuerza haciendo que el llorara con más fuerza en mis brazos.

—Está bien llorar Kevin, y entiendo que los extrañes, pero no puedes echarte para atrás, eres un gran jugador y vas a llegar muy lejos.—lo anime.

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