aguilas|| fede viñas

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Lo veía correr por la cancha con ojos de enamorada, y es que todos en el plantel ya sabían que yo estaba loca por Federico Viñas, todos lo sabían menos el.

Y yo no tenía planes de que el se enterara, sabía como era su tipo por lo que sabía tan perfectamente que yo no encajaba en el, así que en conformaba con esto, con verlo a lo lejos.

—Deberías contárselo.—Sabrina, mi compañera de equipo llego a mi lado y me extendió una botella de power aide.

Con gusto la agarre y apreté dejando que el líquido azul cayera directamente en mi boca, estaba agotada, el sol de la cdmx me había derrotado el día de hoy, y aun faltaba la mitad del entrenamiento, cuando los muchachos desocuparan la cancha para ir al gimnasio sería nuestro turno de volver a la otra mitad del entrenamiento, pues en unos días se disputaría la final de la liga mx femenil contra las tuzas de Pachuca, por lo que estos últimos días estábamos entrando como desquiciadas.

—Sabes que no lo hare.—respondí una vez que tragué sin despegar mi mirada del futbolista uruguayo.

—Pero no pierdes nada.

—Claro que lo hago, ¿con que cara podría verlo luego de que me rechace?.—pregunté.

—¡No te rechazara!.—exclamó.

—Si lo hará, pero anda, ya casi terminan.—le dije parándome y entregándole el bote de bebida energética.

—Algún día se enterará.—dijo Sabrina caminando a mi lado.

—Tal vez, pero hoy no será.—y luego de darle una última mirada al uruguayo me di la media vuelta y entre al lugar, sin percatarme de que su mirada también estaba puesta en mi.

(...)

Un día, estábamos a un día de que llegara la final de vuelta en el azteca y los nervios comenzaban a carcomerme por dentro.

Esta sería mi primera final como futbolista profesional, hacia apenas unos meses que había debutado en primera división así que aún no lograba manejar muy bien mis emociones.

—Tranquila love, todo estará bien.—Sabrina de nuevo me dio ánimos mientras íbamos saliendo de Coapa.

Ya habíamos tenido nuestro último entrenamiento, ahora era solamente descansar toda la tarde y estar listas para el gran día que tendríamos mañana.

—Estoy muy nerviosa, siento que voy a vomitar.

—Nooo!.—Sabrina me tomo del brazo y lo sobo.—Ya, ya vámonos a que descanses, te hace falta.

Y sin soltarme salimos de las instalaciones rumbo al estacionamiento donde estaba su carro, por que si, Sabrina y yo éramos compañeras de casa aquí en la ciudad.

—¿Deberíamos pedir algo de cenar? Estaba pensando en unas ensaladas como las de el otro día, o tal vez...—había comenzado a hablar como perico de lo nerviosa que estaba, pero, mi frase se vio interrumpida cuando saliendo de las canchas vi a mi más grande amor.

Sin poder evitarlo solté un suspiro desde el fondo de mi corazón.

Sabrina volteó hacia la dirección en la que yo veía y soltó una risita al darse cuenta del por qué de mi suspiro tan dramático.

—Ya vámonos enamorada.

Vaya, realmente lo estaba.

Al día siguiente me encontraba asegurándome de que todo estuviera en orden, abroché mis tachos y acomode las medias. Asegure la bandita de mi cabello y estuve lista en el momento en el que el árbitro tomó la tabla y me indicó que era hora de que entrara.

Me persigné, toque el césped con mi mano izquierda y estuve lista para lo que me esperaba.

Pero, no todo fue como lo soñé, pues apenas quince minutos dentro de la cancha, a unos pocos metros de la portería contraria, sentí como alguien me llegaba por detrás pisando mi tobillo con tanta fuerza que termine cayendo desplomada al piso.

Las lágrimas y gritos de dolor cayeron sin control. Me hice una bolita y sostuve con fuerza mi tobillo derecho esperando que el dolor pasara.

Rápidamente mis compañeras del equipo y de las tizas se acercaron a verme, al darse cuenta de la gravedad del asunto el equipo médico se acercó a auxiliarme.

—Sab, me duele.—solloce de dolor sosteniendo su mano.

—shh, ya viene el doctor.—y justo cuando dijo eso los médicos se acercaron y tomaron mi pierna con suavidad.

Quise preguntar que había pasado, pero no me hizo falta preguntar pues tan solo al ver sus gestos de seriedad lo supe, estaba jodida.

Entre lágrimas y sollozos me sacaron de la cancha en el carrito, sentí como las jugadoras me daban pequeños apretones de ánimo, pero yo no podía corresponder.

Simplemente salí de la cancha con mi pierna doblada y mi brazo cubriendo mis ojos y sollozos.

Mi sueño se había convertido en mi peor pesadilla, y no estaba segura como saldría de esta.

El carrito llegó hasta la otra parte del estadio donde ya había una ambulancia esperándome.

Desee que mi familia estuviera aquí conmigo, que hubiera alguien que pudiera irse conmigo y tomar mi mano en estos momentos, pero sabía que era imposible, y eso no hacía nada más que aumentar mi dolor.

—Tranquila mi niña, te llevaremos al hospital, todo estará bien.—una paramédica me animo mientras me subían a la ambulancia.

Estaban apunto de cerrar las puertas del vehículo, cuando antes de que lo hicieran, una mano se asomó y lo impidió.

—Yo ire con ella.

Ese acento, esa voz.

Yo la conocía.

Quite mi brazo de mis ojos y levante la cabeza para confirmar lo que ya sabía.

Federico Viñas estaba aquí, en la ambulancia conmigo mirándome con sus ojos hermosos llenos de compasión.

—Fede...—solloce.

—Lo...no llores.—su mano rápidamente tomó la mía, la llevo a su boca y besó suavemente.

—¿Que haces aquí?.—pregunté incrédula.

—No podía dejarte sola, tenía que venir...

—Pero...pero...

No lo podía creer, eran pocas las veces que habíamos cruzado palabras, y ahora el estaba aquí, conmigo en mi peor momento.

—No podía dejar a mi acosadora favorita...

El color subió por mis mejillas.

—¿Tu, sabías?

—Claro que lo sabía, y un águila nunca abandona a otra.

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Ya me estoy poniendo al corriente con los pedidos, ténganme pacienciaaa

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