algo contigo|| k. álvarez pt.2

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¿Hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo?

Eres tú, Kevin. Eres tú la persona que he amado desde que era una niña. Eres tú la única persona con la que he soñado, con la que he anhelado estar, la persona que hace mi corazón latir.

Como quería gritárselo en la cara y decirle todo, todo lo que me he callado por años, pero de nuevo, eso no sucedió.

Pero eso probablemente jamás sucedería, pues, estaba apunto de confesarlo cuando una tercera persona se unió a la conversación llegando por detrás de Kevin agarrandose de su brazo.

—Sam, me asustaste.—Kevin volteó a ver a la rubia tras de el con una gran sonrisa.

Y entonces lo supe, no tenía sentido. Yo nunca sería como ellas. 

—Oh perdón, Sam, ella es...—escuché como Kevin iba a presentarme pero ya era muy tarde, yo ya me había dado la media vuelta y me había retirado de ahí limpiando las pequeñas lágrimas que se escaparon de mis ojos.

Mi corazón se había roto una vez más.

Me acerque a la barra en donde se encontraban todas las bebidas alcohólicas y tome la primera botella que encontré.

Vodka.

Y sin pensarlo mucho la abrí y le tome directamente del pico sintiendo el líquido quemar por mi garganta hasta mi pecho.

Pero no era suficiente, el dolor seguía ahí. Así que volví a empinarme la botella en un trago aún más largo, hasta que alguien me interrumpió. 

—Hey hey, tranquila. No eres barril sin fondo.—una ronca voz llego a mi lado provocando que dejara de tomar y comenzara a toser por el ardor.

Aquella persona que aún no había visto comenzó a reír mientras yo tosía como loca.

Sentí luego unas palmaditas en la espalda y poco a poco me fui recuperando hasta que pude girar y ver a mi acompañante.

Entonces, la tos volvió y el culpable rio de nuevo haciendo que mis piernas temblaran.

Dios, yo sabía que era atractivo, pero nunca creí que tanto.

—No te me vayas a morir aquí, bonita.— ahí está, fallecí.

Sentí mis mejillas calentarse y mi cabeza comenzar a dar vueltas por el alcohol que acababa de tomar.

—Me llamo Emilio, ¿y tu?.— ¡claro que sabía como te llamas! Por Dios.

—Dany.—respondí.

La sonrisa de Emilio se alargó y extendió su mano para que la estrechara, de inmediato la tome pero eso no fue todo.

Cuando nuestras manos chocaron el la jalo hasta acercarme a su cuerpo y dejar un casto beso en mi mejilla que de inmediato reacciono.

Maldita sea, estaba demasiado nerviosa. Ya hasta había olvidado el motivo de mi tristeza anterior.

—Y bueno, ¿por qué estás tomando como albañil?.—pregunto colocándose frente a mi recargado en la barra.

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