llevele flores|| k.alvarez

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Era la tercera noche que llevaba sin dormir, mis propios pensamientos me atormentaban y no permitían que mi cerebro descansara. Y es que ¿cómo podría hacerlo? Si le había roto el corazón al amor de mi vida.

No se qué pasó, me cegué por el momento y el brillo que estaba teniendo con las águilas, me llene de poder y soberbia. Creí que merecía algo más, algo mejor, que podía hacerlo, que nadie se enteraría.

¿como iba a enterarse si ella estaba allá y yo acá?

No lo haría jamás, o al menos eso creí, hasta que el mensaje llegó con claridad, y ni si quiera pude recibir mi merecido en persona, en realidad ni si quiera creía haber podido soportar su carita llena de lágrimas y sus ojos muertos de dolor.

Por el contrario, lo único que recibí fue un pequeño paquete en la entrada de mi departamento en Ciudad de México en donde estaba el anillo de promesa que le había regalado a Daniela en nuestro primer aniversario, estaba la esclava de oro que teníamos en conjunto y lo que destruyó mi corazón, su anillo de compromiso.

Aquel que le había dado en Paris bajo la torre Eiffel antes de cambiarme de equipo. Aquel anillo con el que le jure amor eterno, con el que le juré que cuando acabara su carrera se vendría conmigo y nos casaríamos, tendríamos una casa grande en donde cupieran todas sus mascotas y las mías, nos robaríamos a Mushu y Baco y luego cuando hubiera alcanzado el sueño europeo nos casaríamos y tendríamos hijos, formaríamos una familia y viviríamos felices por siempre.

O al menos eso era lo que yo creía.

Por qué ahora ella tendría su final feliz, claro que lo haría, por que eso era lo que ella se merecía, merecía tener alguien digno de su amor, alguien que no le fallara y traicionara su confianza.

Alguien que no rompiera su corazón.

Y ese alguien había aparecido.

Alan Cervantes presumía su pareja en sus historias de Instagram, una foto de ambos en el espejo de un elegante restaurante en donde su mano rodeaba su espalda baja y aquellos brazos en los que tantas veces me había perdido rodeaban su torso.

Su pequeña cara estaba escondida en su pecho, cubierta tras la pantalla de su celular, mientras que el la abrazaba y sonreía orgullosamente de la mujer que tenía con el.

El amor de mi vida.

Entonces el alcohol comenzó a hacer efecto junto con la soledad del gran departamento vacío, mis ojos se nublaron de lágrimas y comencé a escribir en su chat.

Llévale flores
Era nuestra primera cita y yo estaba que me moría de nervios, habíamos decidido salir a desayunar luego de hablar un mes por WhatsApp, me había rociado medía botella de perfume y tardado 30 minutos peinándome el cabello, luego salí de mi casa y me dirigí a la florería donde le comprábamos los arreglos a mi mamá por un ramo chiquito de flores.

Luego de mi compra puse su dirección en el gps y cinco minutos después llegue a su casa, me baje y toque el timbre mientras escondía las flores tras mi espalda.

No pasaron más de 40 segundos antes de que la puerta de abriera dejándome ver a la niña que me había robado el aliento desde que la vi en el partido.

De inmediato saque las flores de mi espalda mostrándoselas provocando que su rostro se sonrojara con violencia y dejara salir una preciosa sonrisa que me cautivó, e hizo que me jurara a mi mismo que cada vez que saliéramos juntos tendría sus flores nuevas, todo con tal de ver su sonrisa y sus ojos brillando como lo hicieron aquella primera vez.

Cántale canciones
Estábamos en el evento de Levi's en donde se estaba presentando grupo Intocable que era uno de los grupos favoritos de mi mamá y por ende mío, obviamente había invitado a mis dos mujeres.

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