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Eso me afectó más de lo que debía. ¿Y si solo era eso? Un juguete. Un entretenimiento. No podía culparlo, no he sabido su nombre hasta hace apenas una hora, pero duele de todas formas.

Se me había olvidado que tengo novio.

Él retiró la mano, me dedicó una mirada significativa y se apartó. Entonces frunció el ceño hacia quien lo había dicho.

—Cállate, Carter.

Me giré y vi al tal Carter. Un rubio de ojos marrones con cara de insufrible y una sonrisa estúpida en la cara dentro de un coche barato pero tuneado para parecer más guay.

—Perdona, pero había que avisar a la chica antes de que pudieses hacerla daño —dijo inocentemente sabiendo perfectamente que estaba ahí para fastidiar.

—¿Acaso no me has oído? Que te largues.

Esta vez Noah estaba mucho más serio.

—Vale, vale —dijo levantando las manos. Arrancó el coche y siguió su camino.

Continuamos andando y ya ninguno hablaba, él enfadado y yo con miedo de que lo pagara conmigo como siempre hacía todo el mundo. Sus pasos eran más rápidos y me costaba seguirle el ritmo.

Cuando su expresión parecía más relajada le pregunté:

—¿Cuántos años tienes?

En ese momento se dio cuenta de lo deprisa que estaba andando, bajó notablemente el ritmo y giró la cabeza hacia mí.

—23, ¿y tú?

Me arrepentí de haberlo preguntado y me sentí más pequeña que nunca.

—Y-yo... 17

Esbozó una sonrisa.

—Genial, somos ilegales.

Yo me ilusionaba con esas palabras aunque no éramos ni amigos siquiera.

—En realidad cumplo 18 en dos meses.

—No sé si voy a poder esperar.

Tras otra hora caminando sin rumbo, volvimos a la fiesta a recoger a Ivy. Ella estaba bailando con un vaso en la mano y un chico de la otra.

—Ivy, estoy cansada, me voy ya. ¿Te vienes?

—¡Leo! ¿Dónde te habías metido? Han puesto Inmortales y quería cantarla contigo.

Entonces miró por encima de mi hombro, donde se encontraba Noah, y abrió mucho los ojos. Por favor que no comentara nada de Ethan.

—Aaaaahhhhhhh, tranquila —me dijo—. Yo me quedo un rato más, no te preocupes, voy a estar bien.

—Cuando llegues a casa me escribes. No vayas muy tarde.

—Vale, tía Leo —dijo como un angelito.

Volví con Noah a la salida, nos miramos unos segundos entre sonrisas y me acerqué para darle un abrazo que él respondió rápido.

—Pensaba llevarte en coche pero no me voy a quejar por un abrazo.

—¿Y si eres un violador? O peor, ¿un asesino en serie?

Él enarcó la ceja.

—Si quisiera hacerte algo ya te lo habría hecho antes.

Cierto, que tonta era.

Hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera. Su coche estaba en la acera de enfrente, me subí en el asiento del copiloto y me puse el cinturón.

Se quedó quieto mirándome.

—¿Qué? —pregunté.

—Me tendrás que decir donde te tengo que llevar, ¿o acaso tengo cara de adivino?

No sé que me pasaba, me descentraba estar a su lado.

—Eh... puedes dejarme en la plaza donde está la jaula con pájaros.

Mi casa estaba dos calles más allá pero no era tan tonta como para darle mi dirección a un desconocido, por mucha confianza que me trasmita.

Estuvimos en silencio pero era cómodo, cada uno pensando en nuestras cosas.

Entonces cogió la botella que estaba entre nosotros, la que la final no me había dado y yo seguía con sed.

—¡Oye, no me has dado la botella!

Se encongió se hombros despreocupado.

—Si tienes sed, bebe —dijo desafiándome.

Oh, sí que tenía mucha sed y todavía quedaba bastante para llegar a mi casa, no me importó en absoluto que acabase de beber él.

La cogí y la abrí cuando paramos en un semáforo. Bebí todo lo que quedaba despacio y sin dejar de mirarle, él también tenía la mirada clavada en mí. Entonces el semáforo cambió a verde y siguió conduciendo sin decir nada aunque yo sabía (o quería creer) que le había afectado.

Cuando llegamos se bajó él primero y me abrió la puerta para que saliera.

—Bueno Leonor —Me extrañó que me llamase así. Todo el mudo me llamaba Leo o Leonore, como me llamaba mi familia, pero no Leonor y me encantó como sonaba en su voz —, ¿me das tu número para que te llame otro día?

—S-sí, claro.

Saqué el móvil torpemente después de haber tenido que sacar prácticamente todo que llevaba en el bolso para encontrarlo, y eso que era pequeño, solo me cabía el móvil, las llaves, un monedero con algo de dinero por si acaso y un pintalabios. Pero con mi maravillosa suerte había acabado en el fondo.

Cuando le desbloqueé vi que me estaba tendiendo el suyo para marcar mi número y guardárselo.

Qué tonta era.

—Sí, claro, es verdad. Perdona ya estoy cansada.

Ya le apunté mi número y me llamó para asegurarse. Según soy podría haberle dado el de mi madre.

Le guardé como chico misterioso, aunque ya supiera su nombre, intentando que no lo viera.

Cuando terminé guardé mi móvil y me quedé con las llaves en la mano para no tener que volver a rebuscar en el bolso, que parecía que se tragaba mis cosas.

Nos sonreímos y se acercó a mí para darme un abrazo suave. Me sentía pequeñita entre sus brazos, yo tenía la cabeza apoyada en la parte alta de su torso y él la mejilla en mi cabeza mientras pasaba los dedos por mi pelo.

—Hasta mañana, Ariana Grande —dijo cuando nos separamos.

—Adiós, Pedri.

Me dedicó una pequeña risa mientras entraba en el coche y sin darme cuenta me quedé mirándole embobada hasta que se despidió con la mano, me guiñó el ojo y se fue.

Comencé a andar lo poco que quedaba hasta mi casa moviendo las llaves entre los dedos.

Eso no estaba bien, tenía que hablan con Ethan. Hacía mucho que nuestra relación estaba rota y nos dañábamos entre nosotros pero nadie se atrevía a terminar. Al fin y al cabo una relación de tres años, nuestra primera relación, no era fácil de romper.

Qué bonita coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora