Reaching dreams

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Me desperté sobresaltada con el sonido de la tele a lo lejos. Mierda, entraba demasiada luz como para que todavía no hubiese sonado la alarma. Corrí a mirar la hora en mi móvil, con miedo.

Y como ya suponía, me había quedado dormida...

Dos horas más de lo que tenía pensado.

Fui corriendo al salón donde se encontraba mi madre viendo la tele. Había vuelto por unos días para ver mi actuación.

—¡MAMÁ! —chillé mientras corría hacia la cocina para desayunar algo improvisado—. ¡¿POR QUÉ NO ME HAS DESPERTADO!?

—Y yo que sé hija... pensaba que estabas posponiendo la alarma a propósito.

—¡PUES CLARO QUE NO! ¡QUEDA UNA HORA PARA QUE TENGA QUE SALIR HACIA EL LUGAR DEL CONCIERTO PARA LA PRUEBA DE SONIDO! Tantos años quejándote de que tardo mucho en prepararme y todavía no sabes que necesitaba madrugar.

—Tranquila, hija. Si habrá maquilladores ahí, solo necesitas ponerte lo primero que pilles, como haces siempre...

—OYE —me hice la ofendida entre risas.

—Y llevarte la mochila, que ya la preparaste ayer, ¿verdad?

—¡Por supuesto que no! ¡Y encima me tengo que duchar!

—¡Pues venga, no te entretengas!

Justo saltó mi tostada en el microondas, que a decir verdad me asustó, esos cacharros siempre me asustaban. Me dirigí a mi habitación corriendo de nuevo pero lo que vi en la pantalla de la televisión me paralizó.

—Sube el volumen —le dije seria a mi madre, sujetando la rebanada de pan con la boca.

—¿Qué dices? 

Me adelanté y cogí el mando yo misma, agitada.

—¿Cómo te sientes al haber fichado en este equipo? —dijo el periodista fuera de plano.

Era una rueda de prensa, como muchas otras que había visto sentada junto a mi padre. La diferencia era que el chico de la pantalla, al que estaban entrevistando, le conocía, mucho más de lo que me gustaría.

—Esto es un sueño para mí. Desde pequeño había soñado con formar parte de la plantilla del Barça y la verdad que todavía sigo asimilándolo.

El Noah que estaba viendo a través de la pantalla era bastante distinto a ese que tan bien conocía. No sabía explicarlo, simplemente su semblante era distinto, no tenía esos ojos marrones cálidos con los que siempre me había mirado. Era como si hubiesen pasado meses sin verle y realmente tan solo eran tres semanas, las más largas de mi vida, pero tan solo eso.

A ese Noah la sonrisa no le llegaba más allá que de la cara, por mucho que afirmarse que estaba muy contento, había algo que no terminaba de encajar.

—Como para millones de niños, ¿verdad?

—Sí, y les quiero dar un mensaje. Nunca os rindáis, si sabéis que es vuestro sueño, id a por ello aunque el mundo entero esté en vuestra contra. Intentadlo, siempre se trata de eso.

—Leo, ese me suena de algo, ¿le conoces?

Estaba bloqueada, era incapaz de pronunciar palabra. Lo había conseguido, al final había conseguido lo que más deseaba. Y no podía evitar estar tremendamente orgullosa y feliz por él, al fin y al cabo, no podía dejar de quererle de cien a cero.

—¿Leo? Ya veo que es guapo pero no tanto como para que te hayas enamorado ahora en un momento.

Si el exterior le parecía bonito, el interior le parecería hermoso, y así era. No, claro que no me había enamorado de él en un momento, ni siquiera sé con certeza cuándo sucedió. Puede que hubiese sido esa última sonrisa que me dedicó saliendo por la puerta del restaurante, puede que hubiese sido entre una de las millones de risas que compartimos antes de ser pareja, pero yo creo que en cada abrazo, en cada canción, en cada mirada, cada vez un poco más. No me podía creer que mi madre no se acordara de él.

Qué bonita coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora