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Pasamos las siguientes semanas entre videollamadas haciendo cualquier cosa y nos conocimos más.

Sé que está haciendo un curso de educación infantil por si fracasa en el fútbol y que le gusta viajar.

—¿Qué haces? —le pregunté.

—Volver del entrenamiento. ¿Tú?

—Hablar contigo. ¿Cómo te ha ido?

—Bien, hoy ha sido más duro porque jugamos el sábado. ¿Quieres venir?

—¿A un partido?

—Sí, a un partido mío.

—Vale, pero me tienes que dedicar un gol.

—Vale -dijo muy seguro de sí mismo. No me esperaba que estuviese de acuerdo.

—Entonces mañana nos vemos.

—Hasta mañana, Remy.

Colgué el teléfono y fui a arreglarme para salir con Ivory.

Quedamos en un parque para dar una vuelta y comer helado.

—Mmm... Ivy, ¿te acuerdas del chico con el que estuve en la fiesta?

—¿Tu nuevo novio? Pues claro, como para olvidarlo.

—No es mi novio.

—Todavía.

—Eh... le he dicho que no quiero nada con él. De momento.

—¿Pero por qué? Si parecía buena persona, y era muy guapo.

—Y lo es pero no quiero que cuando me conozca bien le decepcione y no quiera estar conmigo.

—Leo, no digas eso. Eres la persona más buena que conozco.

Me derretí un poco por dentro con su comentario, no estaba acostumbrada a recibir cumplidos de mis amigas.

—Gracias, eres la mejor.

Nos abrazamos. Necesitaba un abrazo suyo desde lo que pasó con Ethan. Al día siguiente le llamé para terminar nuestra relación, no le dejé dar su opinión. Luego le conté todo a mi madre y juntas fuimos a denunciarle a la policía.

***

Al día siguiente limpié y ordené mi habitación. El resto de la mañana la pasé pensando en qué ponerme para ir a ver el partido de Noah.

¿Por qué me importaba tanto eso? Simplemente era un partido cualquiera.

Finalmente opté por unos vaqueros anchos y una camiseta corta.

Fui en autobús y tuve que correr desde la parada más cercana hasta el pequeño estadio en el que jugaba porque quería verle antes de que empezase.

Cuando llegué vi a su equipo entrar a los vestuarios y él entre la gente buscando a su alrededor. Cuando me vio me dedicó una sonrisa y le arrastraron dentro. Yo subí a las gradas pero un guardia me paró.

—Señorita, acérquese un momento —me pidió educadamente.

Oh, no. No hacia falta entrada, ¿no? Noah no me había comentado nada.

—Usted es Leonore Martin, ¿no es así?

Asentí con la cabeza y tragué saliva, nerviosa.

—De acuerdo, pase por aquí.

Me condujo por una entrada diferente hasta la grada especial junto al campo de juego. Me senté en los primeros asientos, apenas metro y medio por encima del césped.

Qué bonita coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora