El centro comercial

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Al día siguiente dormí todo lo que pude y lo que sobró de mañana lo aproveché para empezar a estudiar para los finales que eran en dos semanas y tenía que sacar buena nota para entrar en medicina.

Sí, soy torpe y quiero estudiar medicina. Menos mal que no voy a ser de los que operan a los pacientes.

Escribí a Ethan para hablar las cosas cuanto antes, no sabía cuando iba a dignarse a responderme. Teníamos que quedar aunque me asustase, no podía terminar una relación así.

Leo: Oye, Ethan. ¿Quedamos esta tarde? Tenemos que hablar.

Mi madre estaba en un viaje por trabajo todo el día entonces me tuve que preparar yo la comida para sobrevivir intentando no quemar la casa.

Me hice unos macarrones con tomate y mucho queso, de lo poco que sabía hacer. 

Miré el móvil nerviosa por si mi novio me había contestado. Y... no, como siempre.

Como no pensaba quedarme en mi casa por culpa de ese imbécil, quedé con unas amigas para ir de compras (o a mirar mejor dicho).

Me duché con agua muy caliente mientras cantaba todo lo alto que pude aprovechando que estaba sola en casa. Tenía una voz bastante bonita, el problema era que no tenía ni idea de afinar.

Cuando ya me había cansado y tenía los dedos arrugados de estar bajo el agua, me sequé con una toalla enorme y me cepillé el pelo.

Me miré el cuerpo antes de vestirme. Era bonito y me encantaba, mis inseguridades eran mentales. Me pasé la mano con cuidado sobre los moratones que cubrían mi hombro y la cintura. Aún eran muy morados, se notaba que eran recientes pero había aprendido a ignorar el dolor que sentía cada vez que me movía.

Siempre tenía que hacer eso con todo: ignorar el dolor.

Me maquillé un poco y me puse unos vaqueros anchos con una camiseta corta, lo típico, no me apetecía pensar mucho. Tampoco es que tuviera mucho tiempo

Bajé corriendo las escaleras porque el ascensor estaba ocupado y había quedado en dos minutos... y tardaba en llegar quince.

Cuando llegué no había nadie más. La única puntual del grupo era Ivory que hoy estaba en una boda.

Llegaron después de veinte minutos en los que Ethan me había respondido:

Ethan: Estoy en mi casa, ven ya.

Leo: Ya no puedo, tengo planes.

Ethan: Pues cancélalos. Lo nuestro es más importante.

Leo: No, haberme contestado antes que no te voy a seguir cuando y a dónde a ti te apetezca.

Ethan: Me da igual. ¿Dónde estás?

Leo: Ya te he dicho que no quiero a quedar contigo, no te lo voy a decir.

Guardé el teléfono furiosa. Él antes no era así, ya no era el chico del que me había enamorado hace lo que parecía una eternidad. Antes era dulce y atento, era muy detallista y hacíamos muchas cosas porque a mí me gustaban como leer juntos un libro o ver pelis absurdas que me encantaban.

—Mirad que yo soy lenta, pero lo vuestro es peor —les dije a las chicas cuando llegaron.

Entré a una tienda con mis amigas. Estábamos Meghan, morena de ojos marrones y pecas por la nariz y las mejillas; Taylor, con el pelo por la cintura ondulado y pelirrojo con los ojos verdes; Evelyn, rubia de ojos marrones;  Callie, morena de ojos azul claro; y yo.

Fuimos a muchas tiendas, nos probamos ropa que nunca nos pondríamos, probamos maquillaje carísimo y nos reímos un montón.

—Me muero de calor, ¿vamos a por un helado? —sugirió Taylor.

Qué bonita coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora