I remember it all too well

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No sabía donde me encontraba, me acababa de despertar y estaba tumbada sobre un colchón tan blandito como una nube que me resultaba muy familiar. Estaba cansada, no quería abrir los ojos así que traté de dormirme de nuevo. Me giré hacia el otro lado para acomodarme pero me tuve que obligar a abrir los ojos de una vez cuando una voz demasiado reconocible dijo mi nombre.

—¡¿Leo?! —me llamó Noah tan sobresaltado que me sorprendí hasta yo misma. Entreabrí los ojos en respuesta—. Oh, Dios. Estás bien, menos mal que estás bien.

Le devolví el abrazo aunque yo seguía sin entender su entusiasmo y me desconcerté aún más cuando sentí sus lágrimas mojar mi camiseta del Madrid. ¿En qué momento me había puesto yo eso? Miré a mi alrededor y por fin me ubiqué, estábamos en la habitación de Noah. ¿No dijo que no tenía ninguna camiseta del Madrid? Sí que tenía que haber pasado algo grave para que me diese esa.

—Claro que estoy bien —le separé un poco de mí para mirarlo—, ¿por qué no iba a estarlo?

—¿No lo recuerdas? —Observé la lágrima que acababa de derramarse de su ojo bajar por su mejilla y cuando llegó a la mitad del rostro se la limpié.

Repasé todos mis últimos recuerdos, en busca de algo que pudiese ser tan preocupante.

—Recuerdo que ayer, en la fiesta, estuve bailando con mis amigas... Y bueno también tuve una discusión con Ethan pero no fue nada grave.

Vi cómo la vena se su cuello se hinchaba y apretaba la mandíbula.

—Le voy a matar —dijo furioso separándose completamente de mí y levantándose de la cama para salir acelerado.

—Espera —lo detuve. Él se quedó de pie, mirándome, con las manos en las caderas.

—¿Qué? —me instó al ver que no respondía.

—Que no sé que ha pasado para que te pongas así.

—Que, para empezar, la fiesta no fue ayer, fue hace dos días; dos días que has pasado dormida casi sin pulso. Y mira tus brazos.

Me quedé paralizada pero le obedecí y miré la parte de mis brazos que no estaba cubierta por la camiseta. Estaban llenos de pequeños hematomas de un tono verdoso, por lo que ya se estaban curando. Volví a mirarle a los ojos, sin saber que decir y más asustada que nunca.

—Y eso no es lo peor —Fue hacia al baño con pasos agigantados y me trajo un espejo de mano—. Mira.

La chica que me devolvía la mirada desde el otro lado del espejo estaba despeinada y con el rostro lleno de maquillaje corrido que nunca me había podido quitar. Me fijé bien y vi una costra en un lateral del labio inferior que estaba hinchado y rojo, pero lo peor era un corte en el pómulo sujeto por unas finas tiras blancas.

—Todavía hay más —continuó Noah, vigilando atentamente mi reacción.

Me retiró cuidadosamente la sábana de encima. Un corte de unos quince centímetros recorrían mi muslo izquierdo. Entonces recordé el momento exacto en el que me lo hice: una rama de un arbusto del jardín de Ethan me rasgó la pierna mientras caía, sin conocimiento, al suelo duro que en un momento me pareció tan mullido.

Pasé los dedos por encima de la herida roja pero los recuerdos que invadieron mi mente hicieron que me diera un vuelco el estómago y no pude contener las ganas de vomitar, aunque no había comido nada desde hace más de dos días. Sentía los latidos de mi corazón bombardear mi cabeza, lo que no hizo otra cosa que agobiarme más. Me encogí sobre mí misma, aferré mis piernas delante de mi pecho y apoyé la espalda en el cabecero de la cama.

Qué bonita coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora