La Botella

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La mañana siguiente estuve estudiando para los finales de la universidad. Estoy en primer año de medicina y me gusta. Mucho. Pero digamos que la organización no es lo mío, así que aquí estoy, estudiando anatomía dos días antes. En realidad el examen no es muy difícil, me apunto los nombres de las distintas partes y me los aprendo rápidamente.

Tras mucho trabajo, fui al gimnasio una hora para adelgazar todo lo que había comido mientras estudiaba. Al salir, me di una ducha y cuando cogí el móvil vi que Ivy me había escrito. Muchas veces.

Ivyy: Holaa Leo.

Ivyy: ¿Quedamos para prepararnos juntas para la fiesta?

Mierda, la fiesta. Se me había olvidado completamente.

Ivyy: Oyeee, que hay que empezar a prepararse en media hora.

Perfecto, otra vez tarde.

Y eso me lo había escrito hace casi una hora.

Leo: Holaa je, je

Leo: ¿Dónde estás? En cinco minutos voy.

Ni siquiera sabía qué me iba a poner.

En menos de un minuto ya me había respondido, estaba en su casa.

Salí corriendo de mi casa. La fiesta era en una hora y no es que tarde precisamente poco en prepararme. No me dio tiempo a coger nada de ropa ni de maquillaje, ya me lo dejaría Ivy.

Llegué a su portal con la respiración entrecortada y esperé a que me abriera.

Ella ya tenía piso propio al que se había tenido que mudar al empezar la universidad porque la casa de sus padres estaba lejos.

Entré. Yo le había ayudado a elegir la decoración. Era un piso pequeño y acogedor con plantas muy bien cuidadas por todos los rincones. Ivy era cuidadosa con todo lo que tenía, claro, no como yo.

También había una cocina muy pequeña a la izquierda del salón, blanca y muy limpia. La sala de estar simplemente tenía un sofá, una mesa baja y una televisión junto a una ventana.

Al otro lado estaba su dormitorio, con una cama pequeña pegada a la pared, pintada de blanco y llena de luces y fotos. Al lado contrario había una estantería con libros junto a un pequeño escritorio blanco.

La puerta de enfrente a la de su habitación, daba a un vestidor lleno de ropa, con varios espejos y un tocador para maquillarse.

Al fondo del vestidor había otra puerta que conducía a un baño pequeño muy iluminado, con lo esencial: un retrete, un lavabo y una ducha.

Ivy me esperaba en el vestidor removiendo la ropa, frenética, sin saber qué ponerse.

—¡Por fin! —me dijo sin despegar la mirada se sus vestidos—. ¿Cómo es posible que siempre tardes tanto?

Giró la cabeza en mi dirección y me miró de arriba a abajo seria.

—¿Vas a ir así? —me preguntó extrañada.

—¿Eh? N-no, pero no estoy tan mal. —Me miré de arriba a abajo buscando algún problema y... estaba en pijama. Perfecto.

—Bueno, coge lo que quieras de lo mío.

Tardamos casi dos horas de arreglarnos. Me miré al espejo por última vez. Ese vestido me sentaba muy bien, Ivy y yo teníamos un cuerpo parecido. Era corto y ajustado, de manga larga y un poco escotado, la espalda estaba completamente abierta con un par de tiras cruzadas.

Tenía el pelo semirrecogido con una pinza plateada y un maquillaje perfecto.

Fuimos a la fiesta en taxi aunque no estaba muy lejos, pero ya llegábamos más de media hora tarde.

Fuimos dentro y la música alta nos aturdió. La casa era muy grande con un montón de habitaciones distintas.

Como odio a la gente rica...

Si no me compran cosas a mí.

Nos pasamos unas cuantas horas bailando y haciendo el tonto, sin que nos afectaran las miradas de desprecio. Estaban tan borrachos que mañana no se iban a acordar de nada.

Yo en cambio, solo había tomado una copa.

Poco después, me ausenté un momento para ir a por una botella de agua.

Intenté buscar un hueco para estirar la mano y cogerla de la nevera porque había un chico en medio cogiendo también algo de beber.

Era la última botella y no quería que alguien se adelantara y me la quitara. Entonces di un paso hacia delante y estire el brazo pero entonces el chico se apartó de la nevera y chocó conmigo. Llevaba la botella en la mano, mierda.

—P-perdón.—dije lo más firme que pude.

Entonces levanté la cabeza y vi una cara conocida. Una que recordaba muy bien.

—Lo siento. —contestó el chico misterioso del bar—. ¿Qué quieres?

—Nada, nada. Ya me iba.

—¿Seguro? ¿Y qué hacías aquí?

—Venía a buscar la botella de agua que tienes en la mano.

No me había reconocido, por lo menos no daba señales de ello. Me aliviaba y me molestaba a partes iguales.

—Ah, es eso —contestó apoyándose en la encimera—. En otras circunstancias te la daría sin ningún problema pero, ¿qué gano yo a cambio?

Con cualquier otra persona me habría ido y me conformaría con el agua caliente del grifo, pero me gustaba esa situación. Sobre todo por él.

—¿Quieres que bailemos una canción juntos?

Fue lo primero que se me ocurrió que no implicara ponerle los cuernos a Ethan, mi novio.

No me respondió, directamente me agarró suavemente de la mano para guiarme al salón de la casa, donde estaba el DJ.

Enseguida termino la canción que estaba sonando y empezó Movies de Conan Gray.

Vale, no era lo que tenía pensado.

Cuando detectó que estaba nerviosa y no sabía que hacer, me puso una mano en la cintura, dubitativo, esperando mi aceptación.

Yo le puse las manos en los hombros en repuesta, entonces me sostuvo más firmemente y ya con las dos manos.

Nos reímos ante la situación y nos empezamos a mecer al ritmo de la música.

Era como un baile en un cuento de hadas. Nadie bailaba como nosotros que soltábamos risas por lo raro que era. Pero era nuestro momento, y no iba a haber ninguno igual.

Me concentré en intentar saber qué decía la letra.

In my head,

We're dancing in the dark.

In my head,

We kiss under the stars.

Oh, me recordaba a algo.

But we know that's not what we're doing.

Cause baby this ain't like a movies.

Cuando terminó la canción, seguimos más tiempo del necesario en esa posición.

Finalmente bajé mis brazos lentamente, no me quería separar de él, que hizo lo mismo.

—¿Cómo te llamas?

Por fin la conversación que llevaba esperando un día entero.

—Leonore Martin, me puedes llamar Leo.

Le dí un apretón de manos entre risas.

—Yo Noah, Noah Miller.

—Voy a tomar el aire, ¿vienes conmigo?

Realmente quería pasar más tiempo con él. Estaba más nerviosa por su respuesta de lo que me gustaría admitir.

—¿Lo dudabas?

Qué bonita coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora