Drivers license

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Aquel fue el primer día que me levanté con ganas desde hace bastante tiempo. No aguantaba más así, como Morat tuviese razón y tuviese que pasar un año para olvidarlo no iba a ser capaz de soportarlo.

Lo importante es que ese era el día que llevaba esperando desde un mes atrás, mi examen práctico de conducir. No estaba nerviosa porque realmente mi terapia en esos momentos se basaba en subirme al coche y conducir por el bosque durante horas mientras cantaba a todo pulmón mi playlist más triste.

También me había percatado de mi mejora cantando, ahí se veían reflejadas las horas de práctica que hacían que me olvidase de todo lo demás.

Me miré al espejo de la entrada, ya con el abrigo puesto, y me pasé los dedos por el pelo cada vez más largo en un intento inútil de peinarlo. Me detuve a mirar mi sonrisa con atención. Nunca me había gustado, siempre había sido uno de mis mayores complejos; sin embargo, Noah siempre me había dicho que a él le encantaba, que se me iluminaba toda la cara, desde entonces la había empezado a ver de otro modo, y ocurría lo mismo con mi personalidad intensa. Entonces entendí eso que dicen, que la persona correcta hace que te enamores de ti mismo también. Porque, por mucho que me estuviese intentando convencer de lo contrario para no sufrir aún más, sabía que él era la persona correcta, era lo único que realmente tenía claro. Esperaba con todas mis fuerzas que tan solo hubiese sido un malentendido y pronto volviésemos a estar juntos, dios, cómo echaba de menos un abrazo suyo.

Me obligué a centrarme en mi prueba, cogí las llaves y salí del piso aunque justo antes de cerrar la puerta me percaté de que casi me olvidaba la bufanda así que entré corriendo de nuevo, sin antes engancharme el abrigo con la puerta. Cargué torpemente todo lo que llevaba entre mis brazos mientras intentaba cerrar la puerta con llave. Maldije cuando el tono de llamada de mi móvil comenzó a sonar bajo el montón de cosas que llevaba, miré la pantalla y se trataba de mi profesor de canto.

—Hola, Alonzo. ¿Qué ocurre?

—Buenos días, Leo. ¿Cómo estás? Perdón por llamarte un sábado a estas horas pero es algo urgente.

—No se preocupe. ¿Qué ocurre?

—Acaba de venir un hombre a la academia preguntando por ti.

Se me aceleró el corazón, para bien pensando que se podría tratar de Noah, pero también para mal al pensar en Dareck.

—Leo... ese hombre es un representante importante.

Por fin pude volver a respirar, aunque también sentí un vacío en el pecho.

No sabía que decir, cómo reaccionar.

—¿Hola? ¿Sigues ahí?

—Sí, sí. Es que no sé qué decir.

—Me ha dicho que quiere organizarte un concierto. Tranquila, le he dejado claro que tú aún no tienes canciones propias, pero no le importa. Quiere que tengas un concierto en una plaza o algo por el estilo para ver cómo te desenvuelves en una situación así. ¿Qué le digo?

—Que sí, por supuesto —reaccioné al instante.

—Pero si aún no te he dicho ni cuando es.

—No importa, para eso seguro que estoy disponible.

Tenía una emoción que no me cabía en el cuerpo e incluso se me había olvidado a dónde iba.

—Es dentro de cinco días —me quedé un poco en shock y el subidón de adrenalina bajó un poco—, por lo que no tendrás mucho tiempo para ensayar.

—En eso estaba pensando... Bueno, no importa. Estos días he estado ensayando mucho así que ya llevo trabajo adelantado.

—Vale, me alegro. Todavía me tienen que confirmar el lugar exacto. ¿Entonces le digo que participarás?

Qué bonita coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora