"El amor concede a los demás el poder para destruirte."

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—¿Dónde te llevo? —preguntó Noah mientras se subía al coche.

—Eh...esto...¿puedes quedarte conmigo?—respondí abrazándome a mi misma, insegura. Tenía miedo de que volviera a buscarme, aunque las posibilidades fuesen ínfimas, yo lo pensaba. ¿Y si volvía a localizarme como antes y yo estaba sola?

—Sí, claro —dijo preocupado, con el ceño ligeramente fruncido. No hizo ninguna pregunta pero yo me sentía obligada a explicárselo.

—Sé que parece una tontería, pero me da miedo que vuelva a por mí.

—Si te preocupa no es ninguna tontería. Yo voy a estar contigo, no te preocupes.

Nos quedamos en el coche en silencio con la radio de fondo. Empecé a pensar en todo, en lo que me asustaba tener algo con Noah, en que empezásemos una relación y saliera mal porque no quería estropear nada de lo que teníamos, que aunque no supiera lo que era, me gustaba.

—Escucha, no me siento preparada para tener algo más allá de la amistad contigo, al menos de momento. N-no quiero estropear lo que sea que tengamos aunque casi no nos conozcamos.

—Lo entiendo, no pasa nada. Voy a seguir siendo tu amigo.

Se acercó y me limpió la lágrima que resbalaba por mi rostro, ni siquiera me había dado cuenta de que estaba llorando. No podía respirar, tenía el pecho oprimido. Él me acerco y me abrazó, yo escondí la cara en su hombro. De fondo sonaba Antihero de Taylor Swift.

Cuando me tranquilicé me devolvió a mi asiento y subió el volumen de la radio.

—¿Quieres ver una peli en mi casa? —ofreció.

Asentí con la cabeza y le dirigí una sonrisa.

Recorrimos las calles de la ciudad, ya oscuras porque había anochecido. Yo estaba relajada en el asiento disfrutando de que ya se me había ralentizado el pulso y la respiración. Él repiqueteaba en el volante siguiendo el ritmo de la música.

Mandé un mensaje a mi madre de que iba a dormir con un amigo para que no se preocupara. Mañana le contaría todo lo que había pasado.

Noah vivía solo en un piso pequeño pero muy limpio y acogedor. Había muchas fotos tanto en las estanterías como en las paredes, en algún momento las revisaría. Una me llamó más la atención y me acerqué para verla mejor. Salía él celebrando una victoria con su equipo de fútbol.

—¿Este es tu equipo? —pregunté mirando la foto cuando le oí a mis espaldas.

—Lo era, ahora estoy en uno de más categoría, ese fue el primero. Ese partido fue en el que ganamos la liga y el entrenador de un pequeño equipo regional me vio y me ofreció jugar con ellos, ahora juego en el Yorkshire y me pagan por ello.

—¿Enserio?

Movió la cabeza en señal de afirmación. 

—¡Entonces eres futbolista! —dije entusiasmada—. ¡Ya estás cumpliendo tu sueño! ¡Tengo un amigo futbolista!

Él sonrió por mi entusiasmo.

—Sí, supongo que ya lo soy. Pero mi sueño es jugar en un gran estadio con jugadores profesionales y que el público grite mi nombre cuando haga una gran jugada o marque gol, y quiero que tú lo puedas ver.

Se sentó en el sofá y se quedó mirándome con expresión de ¿Por qué no te sientas? Entonces me senté junto a él. Nuestras piernas se rozaban.

—¿Qué quieres ver? —me preguntó mientras cogía el mando.

—No sé, elige tú.

—A mí me da igual.

Qué bonita coincidenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora