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Su llanto se hizo más desesperado. Tarhyung intentó calmarla dándole leves caricias en la espalda y susurrándole frases de aliento al oído. Cuando se hubo calmado un poco Taehyung se levantó de la cama y la miró.

—¿Quieres algo de beber? Puedo traerte agua o un té para que te tranquilices —le susurró lo suficientemente fuerte para que lo escuchara.
—Pr-refiero un café negro, gracias —murmuró sin levantar la cabeza. Entre sus manos mantenía el bordillo de su camiseta y, en un acto de ansiedad, jalaba el hilo deshilachado de su sudadera con desesperación, sus manos temblaban y sus dedos no dejaban de moverse, ansiosos.

Él suspiró y salió por la puerta encaminándose a la cocina de su casa. Una vez dentro, se acercó a la alacena y ahí sacó lo necesario para preparar el café de su amiga.

Cinco minutos después salió de la cocina con dos tazas de café, una para él y la otra para Lisa, e iba a ir a su habitación a entregársela, sin embargo, la encontró sentada en una silla de manera en el balcón del apartamento, así que se dirigió hacia allá y se sentó junto a ella.

Una vez en el balcón, ella le ofreció una sonrisa de agradecimiento mientras recibía el café entre sus manos. se quedaron en silencio por varios minutos, el menor no quiso mencionar nada, tratando de darle algo de espacio a la mayor. Lisa le daba pequeños sorbos al café sin apartar la mirada del horizonte.

—Sabes... no siempre nos llevamos mal, antes éramos muy unidas la una con la otra. Luego ella prefirió ser popular a estar conmigo y dejamos de pasar tiempo juntas —no fue necesario que dijera su nombre, él ya sabía de quién hablaba— todos pensaban que nos odiábamos, pero la realidad era todo lo contrario. Puede que no conversáramos tan seguido como antes, pero igualmente ella... ella siempre fue buena conmigo —Lisa soltó un largo suspiro antes de tomar otro trago de café— tengo miedo, Taehyung.

Él la miró sorprendido, ella era alguien demasiado reservada. Nunca demostraba sus sentimientos por miedo a verse débil, ella misma se lo dijo una noche que estaban en la biblioteca de la universidad haciendo un trabajo para Teoría General del Derecho.

—¿Por qué dices eso, Lisa? —preguntó él confundido.

Ella dejó la taza de café ya vacía sobre la mesita que estaba entre ellos. apartó la mirada del horizonte y posó sus ojos en el rubio.

—Hay algo que no te he contado, Tae, y, honestamente, tengo miedo de hacerlo.

—Me estás asustando.

Ella tomó una gran bocanada de aire y cerró los ojos por unos segundos antes de volver a mirarlo.

—¿Recuerdas cuando hace unas semanas me mencionaste que te estaban llegando unas cartas de alguien desconocido?  —el menor asintió, todavía algo dudoso— pues, verás... a mi también me están llegando unas cartas. Y hace poco descubrí que a Yoona también le llegaban ese tipo de imágenes.

—No entiendo, Lisa, ¿qué me estás intentando decir? —la verdad se estaba haciendo una idea, no obstante quería pensar que estaba equivocado.

—¿Y si es todo plan del Asesino de la luna? ¿Y si nosotros dos somos sus próximas víctimas? ¿Vamos a morir, Tae? —ella se aferró a sus antebrazos con fuerza, mirándolo con súplica— no quiero morir, Tae.

—Tranquila. No pienses en eso. Tal vez, sea solo una coincidencia y...

—Pero, nos está pasando a nosotros y... y mi hermana recibió las mismas notas que nosotros antes de morir.

—Mira, Lisa, no pienses en lo peor, piensa positivo, ¿si? puede que nada de esto este relacionado y que solo te estas creando una película en tu cabeza, después de haber visto a tu hermana —él mismo lo dudaba, pero no podía decirle eso a ella, ya estaba demasiado estresada como para agregarle un peso más encima. Debía de tranquilizarla no alterarla— ven, ¿por qué mejor no te recuestas un rato en mi cama e intentas relajarte?

Le dio la mano y la llevó otra vez a su habitación. Ella se sentó en la cama y estiró sus brazos hacia él en busca de un abrazo de parte del menor. Él rió y se acercó hasta la mayor y la apretó entre sus brazos. Se acostó junto a ella y la abrazó. Tamara se aferró a él, mientras el rubio acariciaba su espalda en una forma de relajarla.
una vez la respiración de la rubia se hubo acompasado, él se levantó con cuidado de la cama y colocó una almohada junto a la rubia, justo donde él se encontraba, para que la abrazara.

Se dirigió a su armario para tomar un abrigo antes de salir del apartamento.

El hijo de la luna (Vkook) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora